Chica sin brazos.
Me
asomé a la ventana y sentada en un alfeizar vi a una chica que no tenía brazos.
Sonreía,
ella.
No recuerdo cuando fue, si ayer o en otro tiempo.
Pensé: “pobre niña, no podrá abrazar a quién ama”.
Los días pasaron mientras ondulaban mis manos al paso de los trenes -los que jamás paraban- mientras de los árboles del jardín caían hojas amarillas y ella, otra, aquella, no volvía.
Pensé: “pobre de mí, no puedo abrazar a quién amo”.
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