Jakob Steinhardt
Jakob Steinhardt, El profeta, 1913.
Es curioso, te cuento, en esos momentos de
sensación de final de tanto di tres pasos hacia atrás y todo cambió. Saqué la
nariz del ombligo -de ella- y lo vi todo diferente –se refiere a lo
cotidiano-. Lo del bosque y los árboles. Encontré nuevos colores, matices,
formas, lo que era un perro resultó ser un caballo y lo que una musaraña una
telaraña. Quizás el desnudo -del alma- no era el preferido –de ella-
y el otro desnudo -del cuerpo- era mejor. Durante un tiempo cada una de
sus críticas a mis escritos era –además- un intento de castración y
aunque salto con agilidad no está uno para exponer así sus atributos -sean
atribuibles a virtudes o carencias- a las tijeras del censor. Resulta que ahora me
leo y veo lo que no veía. Leo y parece Braille, puedo tocar cada palabra,
palparla, entenderla, sentirla. Ciertamente escribía – escribe-
desnudo y estaba -¿estás?-muy expuesto a la herida.
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