Aigee E en Viena
Aigee E es viajero, goloso y circunspecto. En realidad es todo aquello
que se propone ser. Le preguntan “¿cuál es tu sueño?, y responde “no tengo
sueños, lo que deseo lucho por conseguirlo”. Se queda tan ancho caminando sobre
un solo pie, a saltitos, sobre el asfalto caliente de la carretera ninguna
parte, con ardillas bullendo en los árboles donde se empotran los coches
descapotables y James Dean canta una canción sagrada antes de morir, que las
bombas caían sobre Viena y todos corrían despavoridos por las calles
mozartianas, escenario ideal para aquel “Tercer hombre” que vio hace tantos
años en un cine de barrio y que la televisión omite en beneficio de acorralados
y salvados y limpieza cerebral de señores y señoras desocupados/as atentos/as a
frivolidades cuando no a desafíos a la mínima inteligencia, si la hubiera en
vez del cuarto de hora para sobrevivir, alimentarse y reproducirse en
especímenes semejantes que no es que Aigee E sea más ni menos, no, que es un
dibujo animado abrazado a los pájaros que vuelan sobre la noria del Prater y se
posan en las mesas del hotel Sacher, el de la tarta, pide una se la come y
termina esto del sábado.
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