Casi una confesión.
Casi una confesión, confusa, lo
siento, amigo del muro, no tengo perro, gato, pájaro ni dinero, a veces no me
tengo y esto es gratis, es decir. Puedo dejar aquí con absoluta impunidad todo
aquello que se me ocurra, como tú. Hay días, los de lluvia, soledad, silencio,
resaca, sobre todo las tardes de domingo, que mandaría todo este invento a la
mierda pero. Está lo de las líneas, lo de desaprender, lo del invierno, ahora,
joder qué frío, siempre puedo ir al cine, pero me duermo, no es broma, ronco y
no puedo escuchar a los de las palomitas, un invento, sorber la Pepsi, los
spoilers, la sangre cuando les clavo la navaja en la nuca y salgo sigiloso en
la oscuridad, ha sido ese, ha sido ese. Siete cincuenta y muchas no las acabo,
por eso sigo aquí, también por otras cuestiones, algunas inconfesables, de lo
que decimos lo mejor está en el silencio entre líneas, algo de eso sé, me viene
del 73, o de otro año, no puedo recordar, todo, aunque eso de la intuición
funciona, vaya que sí. No. No tengo perro. Solo me gustan los que duermen a los
pies de mi amada. Sí. Sí tuve pájaro, un jilguero, un canario, me parecía cruel
tenerles saltando de aquí para allá, solté a uno y se volvió loco volando en la
cocina, chocando con el techo y las paredes, cayó a una taza con aceite, pobre bicho
de colores, Lucho le llamábamos, por mi abuelo Luis, que lo aprendió de su
hermano, el que volvió de Chile, el exiliado, el que conoció a Neruda, el que
me recomendó que aprendiese lo del gas cuando estuve en el paro, tuve que moverme,
me ahogaba, hay algunos gases nocivos. Hasta hoy, no he parado, por eso tampoco
tengo gato aunque me gustan, como el rock and roll, también me gustan los
tigres y los linces pero me dicen que en casa son incómodos. Llegamos al final,
de dinero no hablamos, no, esto es gratis, amigo del muro, puedes dejar aquí lo
que quieras, como ahora, dejo esto, a la rueda, rueda, el que no venga no juega.
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