Aigee E en un encierro ocasional.
Aigee E está encerrado en su casa. Ni siquiera abre la ventana para que no entren los amores perdidos, las fantasías de aquello que no pudo ser. Tiene miedo a circular por calles sentimentales no recomendables, por avenidas cerradas al tráfico de emociones no sujetas a fielatos o arbitrios vanos.
Nobody love me, cantaba el gañan, yea.
En las horas más oscuras lee a poetas sudamericanos –especifica sudamericano-, vela sus armas bajo la caverna de Platón, se nutre de armonía, detrás del cristal está la bendición de los insignes, el triunfo del mono en cuclillas absorto en las imágenes proyectadas en seis pantallas de televisión, sombra de esas imágenes, el vacío soberano, Alejandro Magno bajo un ángel.
Let Your Love Rain Down on Me, desde Illinois, pero no tanto.
Busca al pájaro en el olivo, la paz en un recodo del camino a la abadía, la panorámica desde el faro, el arco iris fantasmal sobre las olas, los fotógrafos siguen su camino desde la cúpula de luces al torrente de palabras que no sirven para nada, decir estéril, es igual paz que paciencia, suburbio que disturbio, no busquen el sentido, este es un ejercicio de vacío y Aigee E lo sabe.
Where Were You When I Needed You, de Al Kooper, la 7, es una pregunta sin respuesta.
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