Estrellas muertas
Benjamin Robert Haydon (1786-1846)
Sí, pum, ahí queda el brillo de estrellas muertas en el recuerdo de
algún astrónomo nostálgico, una muerte por congelación en la constelación,
lenta, dulce, sin sentirla apenas, no, indiferencia, silencio, a otra cosa,
vuelta de página, ni un nombre, a buenas horas, por no leer el decálogo,
precisamente el décimo mandamiento de los escritores, el de la cotidianidad,
sí, exceso, abuso, aburrimiento, ensimismamiento, ombligo feliz, sin pelusas,
tú, vosotros, ellos, los otros, yO, mí, me, conmigo, tú me lees yo te leo,
Tadeo, pasa los sábados y los domingos, incontinencia de escritos en cascada,
mira que poema tan bonito, repito, alma y cuerpo, hospedaje, ultraje, hereje,
cada día, María, versos, voces, intemperie de serpientes, tormenta al amanecer,
el vigía vigilante, acoso del oso, Alpes, altura de letras de plata, repujadas,
canoas por ríos del norte, damas cantando en la ventana, “Los ensayos” –siempre
Montaigne- o “Los reconocimientos” –siempre Gaddis-, si lo fracciono
parece, pero sería un engaño, hasta aquí, es posible que siga esta fuga, lo que se dice no tener ni puta idea de qué va estO, click.
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