jueves, 28 de julio de 2016

En Galicia.



Muchas veces no sé cómo decir lo que quiero decir. Me da miedo quedarme tan desnudo, tan vulnerable, tan así. Cuento A por no decir no puedo, no sé. Cosas que se hacen. 

Desde Bilbao salimos cuatro amigos en un coche y dos motos. Queríamos conocer Galicia. Empezamos el viaje por la costa, seguimos, nos perdimos por el interior, volvimos a buscar la playa, el interior, playa, así. Dormíamos en tienda de campaña, en pensiones de mal agüero, en hoteles de una estrella, donde queríamos, a veces con quién podíamos. Una noche la pasamos en una cuadra, otra en una casona con cuadros de niños muertos en las paredes. Fue un viaje de iniciación. Hasta donde el alcohol lo permitía disfrutamos del paisaje, de la comida, de las personas. Una madrugada, en Mondoñedo, nos paró la guardia civil, la pareja nos hizo salir del pueblo a las cinco de la mañana y gentilmente nos invitó a aparcar y pernoctar en un bosque, en las afueras. En Ferrol trabé amistad con dos colegas, nos invitamos mutuamente a varios cuba libres y al despedirse me dijeron que eran policías y estaban de servicio, que nos estaban siguiendo, supongo que nuestra apariencia invitaba a todas las sospechas. En Coruña el ron pudo conmigo y me quedé sentado en el suelo de una cabina telefónica mientras hablaba con J; unos amables paseantes me dejaron apoyado en una persiana mientras mis amigos me buscaban por las calles desiertas. En Valdoviño hicimos amigas para siempre, nos invitaban a sardinas y empanada, a albariño, no nos dejaban pagar nunca, nos rifaron y yo le toqué a Quintila, una salerosa, pecosa, divertida chavala que se reía con mi acento tanto como yo me reía con el suyo, nos juramos amor eterno hasta agosto. En la Toja nos perdimos los cuatro firmas y me encontré con un milagro de media melena, espalda interminable, dulzura concentrada y una habitación en hotel de lujo donde aprobé con nota raspada. En Santiago la noche se rompió en estrellas fugaces, las demás, cercanas,  el humo, nos transportaba a otros mundos. Gritábamos en las playas, nos bañábamos en aguas gélidas, estábamos tostados, con flores en la barba, reíamos por cualquier cosa, los días eran una sucesión de sorpresas, de descubrimientos, la vida era nuestra y alguien nos esperaba al regreso. 

Creo que he mezclado el itinerario, que me he dejado muchas cosas, ay, queriendo y sin querer, la memoria selectiva. 
También debo decir que no era mi primera visita a Galicia. 
Añado que desde entonces vuelvo cada año, sin remedio, peregrino o turista, atrapado por esta tierra y este mar. 

Toda esta historia me ha venido a la cabeza pensando en cómo declarar mi amor por Galicia  y sobre todo a sus gentes. 

He escrito A, lo sé, otro día lo diré de manera diferente, espero que mejor. 
Feliz día. 

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Bilbao, Euskadi
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