Desmentido.
Ante las alarmantes noticias que se han desparramado por diferentes círculos, incluidos los concéntricos, me apresuro a desmentirlas en la parte que me atañe: esta página no está subvencionada.
Desde varios puntos de fuera y dentro del estado me llegan mensajes pidiéndome la fórmula del tercer fuego, cómo se consigue interesar a quién corresponda para que escribir en un blog esté remunerado, un contrato vitalicio, una corresponsalía en New York, una columna en el País. Me cansa y aburre ya repetir que no lo sé, que yo no soy ese que se imaginan, que no, que eso que dicen es incierto: esta página no está subvencionada.
Sí es verdad que recibe una ingente cantidad de cariño, muchos visitantes, que algunos dejan flores en la verja de la cancela, que apenas tiene velas negras, que las paredes están llenas de yo estuve aquí y otros grafitis simpáticos, que la amistad crece y me obliga a subir las marcas –hasta esta cruz llegó la marea en octubre-, pero ni un euro, ni un céntimo, lo repito: esta página no está subvencionada.
Pero ya que estamos a calzón quitado, valientes, con el culo al aire a pesar del frío que hace en estos muros, confieso que tengo una habitación llena de ghostwriter. Claro, qué os creíais, este ritmo diario solo se puede conseguir con varios negros literarios, señoras y señores de todos los colores que escriben en una pequeña habitación aneja a mi mansión, con sus plumas de ganso, sus viseras, los manguitos, su imaginación, su sapiencia, su necesidad de compartirla aunque sea con otro nombre, el mío, que solo asiento o deniego con tiranía, sí, pero sin saña –eso es muy malo, me lo repite, más adjetivos, menos adverbios, algo de sexo, más carnaza, está usted despedido-. Como final, una vez más proclamo que pago a todos ellos gracias a mi fortuna personal, las instituciones, el gobierno, no da un duro: esta página no está subvencionada, leches.
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