Y se va.
Mi infancia está habitada por mujeres, mis dos abuelas, mis cinco tías, mis muchas primas, mi madre…
Por favor, acérquese un poco el micrófono.
Disculpe, no estoy acostumbrado. Sigo. Mi infancia es un territorio perdido, un paraíso en el que el amor, los mimos y las risas ocultaron un entorno gris, opresivo, de himnos y banderas, de miedo y penurias…
Ajústese los cascos y baje un poco el tono de voz.
Como me vuelva a hablar dejo de grabar o lo que sea esto. Deme todas las recomendaciones seguidas y cállese. No recuerdo ni como me llamo y con sus interrupciones me está distrayendo, me disperso. ¿Qué más hago?
Siga, siga, lo siento.
Mi infancia es el cálido océano de amor de mi madre, su protección constante, su ternura, sus enseñanzas, su ejemplo…
Perdone, un momento, creo que se han agotado las pilas del inalámbrico, un momento que lo compruebo.
…
Cuando quiera.
Mi infancia es…
Vaya, no está activo el conector…
Mire usted, aléjese de mi vista que le meto el inalámbrico por el culo, vaya usted a entrevistar a su padre. Me voy.
Don Ignacio, don Ignacio, no se ponga usted así.
Y se va.
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