Fehaciente.
L,
es martes pero podríamos estar en Júpiter y no serlo, ser dos salmones subiendo
a contracorriente por un río de Asturias, ser yo un caballo y montarme tú como
una amazona en las carreras de Ascot, ser yo ese perro de arriba y pasearme tú por las calles del pueblo. Quizás en este momento nuestro misterio
está siendo estudiado por sesudos y barbudos sabios griegos, es posible que
algún aburrido y curioso vecino sospeche que mis visitas nocturnas no son las
de un abogado de oficio, las de un técnico de la instalación del gas, la del
cobrador de la funeraria, todo esto está muy bien y al fondo del corredor se
mueven nuestras sombras, las de una mujer y un hombre que se han encontrado sin
haberse perdido, que luchan por un sentimiento poderoso e intenso, por una
emoción que vibra desde las uñas hasta la coronilla, que nos estremece y nos
hace mejores, que nos hace crecer, creer, que nos atemoriza, que nos sacude e
impulsa, que nos deja indefensos y atónitos, pobres mortales que no saben nada
excepto que nuestras voces nos conmueven, nos alegran los días, pese a todo,
pese a nosotros mismos, pese a que los celosos guardianes de la ortodoxia se
empeñen en demostrar con cifras, estadísticas y pruebas fehacientes que todo va
mal y que puede ir peor, sobre el andamio, nadando en el naufragio, subiendo y
bajando la carretera que nos separa, seguimos unidos por la emoción, el
sentimiento, el amor, puro y libre de sospechas, hoy también, ¿martes dije?
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