Ítaca.
Be
happy. Hierba con la que el viento juega, no vuelvo de Ítaca como un héroe
hermoso, no, que ni siquiera he vuelto, es más, ni siquiera he ido, viaje
(interior) pendiente, orquídeas olvidadas sobe la repisa de mármol.
Tengo
una incómoda pereza por empezar a plantearme todo de nuevo. Lo de quién soy,
dónde voy, de dónde vengo. Vengo desde tus brazos, no sé hacia dónde voy. Ni siquiera sé si esto es verdad,
que siempre he dependido solo de mis brazos, de mi esfuerzo, con los
sentimientos domesticados, hoop, saltaba una emoción desmemoriada, brincaban
los suspiros por el aro. No me lo creo ni yo, si el amor es una bestia salvaje
que te devora, si es imposible controlar la marea del corazón, que la corriente
te lleva aguas abajo hasta desembocar en el mar alborotado del cabo de Hornos,
el fin del mundo, no hay nada más allá, el océano del alma cae al vacío de la
existencia. Quién no ha amado hasta romper su cordura no ha vivido. Doctor,
me duele aquí, y señala con el índice un lugar indeterminado entre el
cerebro y los pulmones. Duele el amor, duele, como los mordiscos de cien
nutrias en la ciénaga del crepúsculo que atisbo desde el altar de este silencio
de principio de la nada (justo el borde).
Impulso
de los días, razón de vivir, pasan las semanas y las fronteras, las aduanas, llegará
Navidad, todos se irán, hoy Ítaca no existe, ni los Cíclopes, solo existe la
negrura deshojada del lunes, este tantear las paredes de lo que hay, el viento
de la rutina que nos azota como a un arbusto entre las piedras, esto. A partir de ahora es lo que tendré ¡No!
Este
es un aviso para navegantes, la vida sigue y trazo una raya de aquí hasta el
horizonte, no sé si ir nadando o con un báculo milagroso trazar un sendero por
el fondo submarino, caminar por las calles de una ciudad sumergida. Voy, sí,
voy y allí os espero, con el dolor de la hierba cuando llueve. Be happy.
Cuando partas para Itaca,
desea que el camino sea largo,
rico en peripecias y en experiencias.
No temas ni a los Lestrigonos, ni a los Cíclopes,
ni a la cólera de Neptuno.
No los encontrarás en tu ruta si tus pensamientos son elevados si tu
cuerpo y tu alma no
se dejan arrastrar por pensamientos
bajos.
No encontrarás ni a los Lestrigonos,
ni a los Cíclopes
ni a la furia de Neptuno,
si no los llevas dentro de ti,
si tu corazón no te los muestra. Desea que el camino sea largo, que
numerosas sean las mañanas de verano, dónde (con cuántas delicias!)
entrarás en puertas por primera vez.
Haz escala en los mercados fenicios, compra bellas mercancías: nácar
y coral, ámbar y ébano, y miles de perfumes sensuales.
Compra cuántos más perfumes puedas.
Visita las numerosas ciudades egipcias, e instrúyete y enseña ávidamente.
Guarda siempre Itaca en tu espíritu.
Llegar es tu meta final, pero no apures tu viaje, es mejor que dure
muchos años
y que tu llegues a la isla cuando sea
viejo, rico con todo los tesoros acumulados en el camino,
sin esperar que Itaca te hubiese ofrecido riquezas. Itaca te ha dado
un bello camino, sin ella, te perderías en la ruta.
Ella no tiene nada más que darte.
Si la encuentras pobre, Itaca no te ha engañado. Sabio como has
devenido
con tantas experiencias, ya deberías
saber lo que significan las Itacas. (K. Kavafis)
2 comments :
Me ha encantado esta lectura. Vivir...me ha recordado un perfume que compré en un pais árabe de aceites con una botella pequeña preciosa.Se llamaba(Las mil y una noches) Hay tanto vívido...y tanto por descubrir cuando más vives y sabes. Ītaca que voy sin reserva...cuando me lleve el destinó. Gracias a ti. El estrés hoy fulminado. A dormir como una reina. Buenas noches Pedro.
¿Cómo que hoy Ítaca no existe? No me des esos disgustos que se me corta la digestión, alma de cántaro. (guiño).
Nuestro punto de partida el inamovible, el que nos corresponde por nacimiento y los que vamos estrenando a medida caminamos. Volver a empezar cada día. Saber que aunque partamos de viaje, existe ese punto de retorno donde siempre, si queremos, podemos regresar. Desplegar las alas, volar. Escuchar sirenas (o sirenos) y ponernos (si queremos) tapones en los oídos que ya hemos aprendido a saber qué no queremos escuchar. Convivir con las sombras en forma de ego que nos hacen mirarnos el ombligo y saber que se enciende la luz cuando alzamos la vista y vemos que hay vida más allá de nuestro pequeño/ gran universo. Dudar siempre, preguntarnos, tener la certeza de que aún queda muchísimo por aprender. Amar, sin dolor y aún sintiendo que nos atraviesa cual rayo. Sorprendernos. Ya nos hemos ahogado alguna vez, por eso hay que salir de casa con salvavidas (con forma de patito también se admite). La lealtad de las Penélopes. Liberarnos de conflictos internos y una vez superados, ser capaces de esquivar, saltar o cabriolar, las piedras que nos encontremos por los senderos vitales.
Pequeñas Ítacas que despuntan en el alba del día que estrenamos, y que a modo de ocaso se retiran a disfrutar de su reposo como guerreras de lo cotidiano, pasando el relevo al día siguiente. La Ítaca de la caricia consumada, del beso que se funde con la boca codiciada. Odisea de las emociones. Conquistas sin vencidos. La belleza, como riqueza, el arte, el conocimiento que serán los bienes que recogeremos a lo largo del éxodo y despojarnos de lo superfluo para llegar a destino con lo que sabemos que nos es imprescindible.
Disfrutar del ahora mismo, del ya, del aquí y de este momento. Y que el viaje hacía Ítaca sea largo que no hay prisa por llegar. Don’t worry!
Besets Sr Ulises de las letras o si me apuras hasta D. Homero ya puestos! //guiño
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