martes, 28 de abril de 2015

Postsdam


En Berlín es muy sencillo y rápido desplazarse de un lugar a otro.
Para contrastar con tantas visitas a museos y monumentos, aquel día viajamos en tren hasta Postsdam.
Fue allí pero pudo haber ocurrido en cualquier lugar.

La conferencia de Potsdam fue una reunión llevada a cabo en Potsdam, Alemania (cerca de Berlín) entre el 17 de julio y el 2 de agosto de 1945. Los participantes tuvieron lugar en el Palacio Cecilienhof y fueron la Unión Soviética, el Reino Unido y Estados Unidos, los más poderosos de los aliados que derrotaron a las potencias del Eje en la Segunda Guerra Mundial. Los jefes de gobierno de estas tres naciones eran el secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, Iósif Stalin, el primer ministro Winston Churchill) y el presidente Harry S. Truman, respectivamente.
Stalin, Churchill y Truman (así como Clement Attlee, que sucedió a Churchill tras ganar las elecciones de 1945) habían acordado decidir cómo administrarían Alemania, que se había rendido incondicionalmente nueve semanas antes, el 8 de mayo. Los objetivos de la conferencia también incluían el establecimiento de un orden de posguerra, asuntos relacionados con tratados de paz y el estudio de los efectos de la guerra. (De Wikipedia)


Pasamos la mañana de acá para allá, en tranvía, caminando. Vimos sus palacios, las espléndidas villas, los jardines, los rincones llenos de historia.
Algunas calles estaban llenas de compradores compulsivos, otras calles estaban desiertas, en muchas de sus aceras había ancianas en sillas de ruedas que empujaban jóvenes morenas. Nos sorprendió la cantidad de locales dedicados a las antigüedades. Entramos en lujosas librerías con tentadoras ediciones de libros en incomprensible alemán. Visitamos tiendas de diseño con bellas dependientas. Tomamos cerveza entre ruidosos y altos alemanes. Hacía bastante calor, bebimos muchas cervezas.

A la hora de comer encontramos un hotelito algo apartado del centro. Nos sentamos en la terraza a la sombra de unos tilos y escogimos grillteller altstadt schweinemedaillons nit pfifferlingen, un delicioso menú, con más cerveza.

Estábamos muy a gusto. Nuestra conversación se volvió fluida y confidencial, teníamos ganas de hablar, de contarnos. Nos descubrimos secretos mutuamente.

Antes de los postres citó un pasaje del libro que estaba leyendo, un párrafo que le había sorprendido.

¿Por qué? ¿Por qué lo que fue hermoso, cuando miramos atrás se nos vuelve quebradizo al saber que ocultaba verdades amargas? ¿Por qué se oscurece el recuerdo de unos años felices de matrimonio cuando nos enteramos de que el otro tuvo un amante durante todo ese tiempo? ¿Acaso porque en semejante situación no se puede ser feliz? Y, sin embargo, ¡éramos felices! A veces un final doloroso hace que el recuerdo traicione la felicidad pasada. A lo mejor es que la única felicidad verdadera es la que dura siempre. Porque sólo puede tener un final doloroso lo que ya era doloroso de por sí, aunque no fuéramos conscientes de ello, aunque lo ignorásemos. Pero un dolor inconsciente e ignorado ¿es dolor? (El lector. Bernhard Schlink)

-¿Qué te parece?-me preguntó, risueña.

-Tiene razón ese Schlink –contesté- la felicidad de un tiempo no está reñida con lo que podamos conocer después. Un tiempo luminoso lo será aunque después todo se oscurezca.

Me miró a los ojos y, sin vacilar, dijo -En estos diez años ¿me has sido infiel alguna vez?

Fue la bebida, estábamos tan a gusto, la comida estaba siendo deliciosa. -¿Y tú a mí?- repliqué confundido.

-He preguntado primero, di, anda –dijo, con gesto mimoso, sonriente

Lo tenía dentro desde hace tiempo. Me dolía. No sabía cómo sacarlo. Acaricié su mano y respondí –Solo dos veces, no fue nada, casi lo había olvidado.

– ¿Os acostasteis dos veces? – se borró su sonrisa, retiró la mano, utilizó su apellido, ni siquiera su nombre -¿Con Aguirre?

No sé cómo pudo saberlo, no fueron dos, fueron más veces. Terminó pronto, cuatro meses, ni siquiera nos hemos vuelto a ver. No dije nada de esto, solo pude añadir –No, no fue lo que te has imaginado…-

Sin dejarme terminar se levantó y se fue con pasos apresurados. Volvimos a Berlín en trenes diferentes. Aquella misma noche se cambió de hotel. Después de tantos años no sé cómo pudo sospecharlo. ¿Qué importancia tiene ya?

Sigo solo, estamos en trámites de separación. 
Maldita cerveza.





7 comments :

flower dijo...

Cuidadín con la cerveza... igual te lleva a una separación que te añade un par de kilos en la lomera en un abrir y cerrar de ojos, la muy puta!

Con lo rica que está...!

Pedro M. Martínez dijo...

Aviso: Pienso que es fácil, mi planteamiento. Este un blog gratuito y libre. Lo utilizo para dejar mis escritos de aficionado, lleva su tiempo y esfuerzo, ilusión, buena fe, etc. No empecé ayer. Insisto en que es libre y abierto, entra quién quiere, lee quién quiere, critica y comenta quién y cómo quiere. Recuerdo que antes había algo que se refería al respeto al trabajo ajeno pero tampoco me hagan mucho caso porque las modas cambian. En cualquier caso no cambia mi respeto a la libertad de que cada uno diga lo que quiera. Esto tiene de bueno que como es (+ o -) anónimo es muy fácil comentar lo que le inspire la lectura a cada uno. A veces me sorprendo, hablo de dolor y me comentan con un zapato, en fin, esto es algo a lo que ya estoy acostumbrado. Ahora ando un poco pillado de tiempo, luego sigo.

Ning Jie dijo...

No sé qué tendrá el engaño, pero es de las pocas cosas que siempre acaban saliendo a la luz. Como las cuentas en paraísos fiscales.
Esos momentos de lucidez íntima, tan propicios a las confesiones, creyendo uno que todo se puede explicar y todo va a ser comprendido, son una trampa mortal. Y lo más jodido es que duele por igual para ambas partes.

No sé tampoco la intención con la que lo querías relatar, pero no suelo fijarme en ello cuando leo, saco mis propias conclusiones e interpreto según mi capacidad y sensaciones. Y me ha causado tristeza, y no he envidiado a ninguno de los dos protagonistas de la historia.

Buenos días!

Pedro M. Martínez dijo...

flowrr, habitualmente no tomo cerveza, solo me gusta el primer trago. Saludos.

Pedro M. Martínez dijo...

Ning Jie, escribo por pura necesidad. No suelo tener una intención concreta. La inspiración a veces viene y a veces no. Este tema de hoy lo escribí en un viaje de Berlín a Postsdam y todo es real excepto los protagonistas y la situación que es una ficción basada en la confidencia reciente de un amigo. Estaba entonces leyendo ese libro (El lector) y creo que eso también ayudó. Bien o mal tampoco me salen los temas como coliflores pero intento, para mí mismo, hacer un trabajo serio y honesto, que guste o no ya no depende de mi. Saludos.

flower dijo...

Chico, Pedro, no sé qué te pasa. ¡Estás de un susceptible impresionante!

Ayer abrí tu blog, vi el post y lo leí. Leí desde el principio hasta el final. Nombraste la cerveza en varias ocasiones (no las he contado, yo para manías uso esa de colocar todas las pinzas del mismo color al tender la ropa) y me pareció oportuno hacer una referencia a esa bebida.

El pronominal "te" generaliza, no se refiere a ti en exclusividad, sino al conjunto de los mortales. Tú haces hincapié en el hecho de que los protagonistas de la historia tomaron mucha bebida y yo, simplemente concluyo con que un exceso de bebida puede llevarte a diversos finales. Enumero dos de ellos, uno en relación a tu escrito y bajo tu firma (una separación) y otro muy de moda por la estación en la que nos encontramos (el aumento de peso).

Te contaré una anécdota. Toda mi vida he odiado la cerveza, nunca me gustó ese sabor amargo que tiene. Y toda mi vida he sido una mujer delgada, diríase con buen tipo y estatura. Pues bien. Desde hace apenas tres años, se ha convertido en mi bebida preferida y, lejos de estar enganchada a ella, disfruto cada sorbo que tomo. Pues bien de nuevo. Mi cintura no es la misma. ¡Noooo! Mi cintura va perdiéndose entre líneas, líneas más ondulosas, y es que la cerveza no perdona señores, la cerveza es muy puta y se agarra allí donde es más difícil de irse: en la lomera!

Y te guste o no te guste, si te parece más ordinario y menos cultivado este comentario que a los que estás acostumbrado a leer, es lo que me sale de las tripas escribirte.

Y, de verdad, Pedro, si te molesta que te comente, dímelo y me retiraré a mis aposentos.

Un beso,

Pedro M. Martínez dijo...

flower, en referencia a lo que dices en tu comentario (Chico, Pedro, no sé qué te pasa. ¡Estás de un susceptible impresionante!) Es posible que dado que no tienes ni idea de quién o cómo soy pases por alto que puedo ser una persona susceptible y que no lleve bien según qué tonos o maneras.
En cualquier caso y siguiendo con mi declaración de absoluta libertad en este muro estarás de acuerdo que lo mismo que tú puedes comentar lo que quieras y como quieras yo puedo contestar de la forma que me inspiren esos comentarios.
Es que, ya ves, nadie dijo que exista un solo patrón.
Además, qué coño, estoy raro, ¿qué pasa? A ti no te ocurre nunca? A veces se me cruza el cable, yo qué sé, que leo no sé qué y me nublo, que no sé por qué tú utilices ese es lo que me sale de las tripas escribirte y yo no pueda escribir lo que me salga de las mías (lease tripas).
Pues eso, no te rindas, seguro que encontramos un punto medio.
Besos de miércoles.

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