Carta del amante que ya no irá a París.
© KERSTIN STEPHAN
Eva Gabriela, jamás iremos juntos a París, ya no, pasó nuestro
tiempo. No pasearemos tomados de la mano frente al número 5 de la rue de Lille,
no me explicarás, paciente, que la
vida no es trágica, sino cómica.
Veo tu/vuestra página y me parece un hijo descarriado,
irreverente, que cambia las huellas y los signos, que no quiere reconocerse en
un padre ausente, un símbolo de lo que no es, de un tiempo cerrado al goce,
también al dolor, una aséptica mirada a un territorio extranjero, un contraste
entre tu entusiasmo y mi indiferencia, una prueba del estertor de lo bello, del
destierro, de cómo suplir una pasión por otra. Por eso ahora me río después de
haber llorado tanto, cumplidos los plazos, tu transferencia, el vínculo de
amor, ese amor-pasión en el lazo entre los seres lo has cambiado por otros seres,
lejanos/cercanos, pintores, escultores, dibujantes de tu pasión, de tu ser
íntimo, has cambiado la pasión del cuerpo por la del alma, ya no sé si tu
cuerpo era también tu alma, tampoco importa demasiado. Ya no pasearemos por un
Montmartre que tanto imaginé.
Sí, dudo que sigas leyendo, atareada en tu todo, tú eres ese todo
y el resto es supervivencia, cosas nimias, comer, ver cómo rompen las olas en
el faro de Arriluce, el estruendo de los estorninos en los árboles junto a tu
casa, exageraciones, hablo sin
la menor esperanza…persevero, no
sé a qué viene esto, quizás a que hoy he pensado en ti después de mucho tiempo,
he pensado que ya no pienso en ti, he pensado en la libertad de mis emociones,
en suspiros, también en un plano detrás de otros planos que conforman una vida,
otro tiempo, he dejado las nostalgias colgadas de un clavo, créeme, aunque
quizás escribir así lo desmienta, no sé, casi nunca sé, vivo y digo, persevero,
necesitaba escribir hoy, sobre ti, sobre una habitación luminosa, sobre un
perro negro y lustroso, sobre la capacidad de empezar de nuevo, de aprender
incluso de mi propia ignorancia, no sabía amar, comprendí que hacerlo proporciona
infinito goce, mucho más que ser amado.
Manteniendo la mirada y las manos abiertas te digo, no me hagas
caso, esa tu/vuestra página, que aplaudo, me parece la prueba de tu desamor,
sin más. Y esta carta es solo la confirmación de que soy un estúpido
despechado, rencoroso, reconcomido al pensar que me utilizaste, mi cuerpo, que
jugaste con mi pasión y mi amor, mi candidez, mi entrega. Me siento ruin,
injusto, al pensar que hiciste conmigo lo que tantas veces hice yo. Mucho más
sabiendo que no es cierto.
Ahora te envío, como no, mi cariño y una sonrisa, mi disposición a
que, aunque mi silencio sea lo natural, cuentes conmigo para aquellos mínimos
resquicios en los que tu autosuficiencia no sea suficiente. También te beso.
Hossein Zare
2 comments :
Excelente. Escrito muy puntero. Buenas noches Pedro.
Contigo París nos/se quedaría pequeño...
Tendría/n/que llevarte a ese infinito donde el mundo se acaba.
Besos, Pedro.
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