Un dedo.
A no sé quién le gusta mi foto.
A mí que me cuentan.
A mí me gustan los ojos que ven
más allá de la foto.
Pero no se puede pedir que se
cambie el sentido del aviso.
Aviso, sí se puede.
Yo, mí, me, conmigo aprendo
aquí, es decir aquí, se me está dilatando el ombligo, acaba de pasar por su centro
el Madrid- Sevilla de las 4. 30 H y ni me he enterado. El caso es que me
entero, ahora, es decir ahora, de pocas cosas que no tengan que ver con la periferia
del citado ombligo, con las irisadas plumas metálicas de un pájaro que me
invento, que vuela sobre un mar escarlata que también me invento. Estoy justo
en el umbral de enterarme de mi propia invención y saber que no soy.
Justo eso, saber/lo.
Será una tragedia.
No sé quién ha sufrido un dèjà
vu en la nuca, una paramnesia
de reconocimiento así, en frío, una especie de bisturí recorriendo el linde
entre lo ya visto y el bosque ese, negro y misterioso. No tengo la más mínima
intención de entrar en el revoltijo de gruñidos, brooom, zumbidos, zasss, bramidos,
un grito del vencedor y después el
silencio ominoso.
No entro en ese juego sin otra
regla que las concertinas de la barrera.
No salto, me duelen las ingles
y un músculo del alma.
A no sé quién le gusta mi foto.
Voy a cortarme un dedo.
2 comments :
Este escrito. De lo mejor que he leido. Gracias Pedro
Encarna C, gracias a ti por leerme, es decir leerme.
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