Me están ladrando
Querido lector/a, me están ladrando.
Después de un apresurado proceso de aprendizaje soy capaz de entender (la/lo/le).
Otras cosas no, pero sí esos ladridos de buena mañana.
Comienza el día tan pronto que a veces es casi la víspera y me sorprendo en lecturas antiguas, leo, me leo (léeme) y entonces era más viejo.
Creo que por eso me ladran, no me reconocen.
Me miro al espejo, pronuncio lentamente…Dylan…Thomas…y en el espejo se superpone otro rostro que no es el mío, ni siquiera el de Elena, tan seria (sigue debajo del fragmento de -qué cosas- Dylan Thomas)
Aprendí los verbos de la voluntad y supe mi secreto;
las claves de la noche golpearon en mi lengua;
dónde antes había sólo una, hubo de pronto muchas mentes sonoras.
Me está ladrando y lo entiendo (no que me ladren sino los ladridos).
Esto es algo así como un viento paráclito
"Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar.
De pronto vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que llenó toda la casa donde estaban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego, las que, separándose, se fueron posando sobre cada uno de ellos; y quedaron llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar idiomas distintos, en los cuales el Espíritu les concedía expresarse" (Hch 2, 1-4).) |
Y me reconcilio conmigo mismo y con ese que me ladra y me mira con los colmillos brillantes, niño lobo, día lobo, día con una cicatriz y alergias, milanos volando en círculo y un rumor en la carballeira.
Es decir que hoy es el día catorce (14), apúntalo, 14 (catorce) , sal a la calle que ya es de día.
Si te ladran recuerda, puedo traducir(te)lo.
Hala, a lo tuyo.
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