Alarma aérea
Nos avisaron a media mañana. Debíamos desalojar los pisos de forma inmediata. Al parecer en las obras que se estaban realizando en la acera se había encontrado un objeto metálico empotrado en el suelo que podría ser un obús de los últimos ataques. Para desactivarlo acordonaron la calle, prepararon un escandaloso operativo y allí estuvimos, abrigados con mantas, temerosos de quedarnos sin casa, con frío, mirándonos los unos a los otros con forzadas sonrisas que apenas ocultaban nuestro miedo.
Allí conocí a Heike. Me dijo que éramos vecinos, que me recordaba subiendo las escaleras
con energía, con el uniforme de gala, con la mirada perdida. Nunca me había fijado
en ella. Durante la contienda estaba bastante ocupado en las largas jornadas
sobre los mapas, en intentar mantener la débil moral de mis compañeros. Cada
noticia del frente les sumía en grises mañana llenas de toses y quejas por el
racionamiento. Tampoco la había visto en las frecuentes fiestas que se
celebraban en los sótanos. Con las primeras botellas del vino francés requisado
perdíamos el pudor y ante la posibilidad de una muerte cercana nos entregábamos
a un libertinaje desenfrenado y salvaje, aunque con frecuencia también
terminaba en peleas.
Al
terminar la alarma la invité a mi apartamento. Aceptó. Heike recibió los dos
tiros en el pecho. Me estaban esperando. Al abrirse la puerta abrieron fuego
contra la primera persona que entró. Bajé los escalones de cuatro en cuatro.
Corrí y corrí por las calles hasta la casa de Frank. No entendía cómo se habían
enterado de todo. Me detuve. Quizás era él quién había hablado. Volví sobre mis
pasos, estaba desarmado. Quizás la pistola que escondí en uno de los pasadizos
del metro aún estaba allí…
(continuará)
3 comments :
Como si estuviera en el cine.
Besos, maravilla.
Encarna C, otro estilo
Virgi y en las distancias largas gano mucho (me refiero a kilómetros). Besos.
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