Carior est ipsa mentula.
Nos amábamos con
dulce pasión, nuestros cuerpos se encunaban, se acunaban, estaban destinados a
ser uno, a mezclarse, acariciarse, mimarse, fundirse.
Ella era (es) la mujer
más bella del mundo, solo podía vestirla con su desnudez y amarla postergando
mi gozo en su mirada.
Entre el ramaje de lo cotidiano va por
un lado el que trabaja, ríe, llora, se alimenta, dice, se expresa, sufre, goza,
excreta, duerme, bebe, comunica, ignora, ama, busca, se pregunta por la esencia
y no la encuentra.
Pero intuimos otro lado,
desconocido.
Un día, durante el amor, al dar dos
pasos atrás y mirar desde fuera, descubrimos el tránsito brutal de la voz al
gruñido, del control del cuerpo por la razón al empuje imparable del deseo sin
límite, primitivo, animal.
Y surge el espanto.
Espanto al descubrirnos en el
instinto, antes de la palabra, antes del pensamiento.
Ahí estaba lo desconocido.
Espanto después del deseo que
fascina.
Al instaurar el rito descubrimos el
cambio de la pasión del cuerpo por el fervor, por la entrega del sentimiento,
dejación de la voluntad, nos instalamos en el otro. Sacrificio de la voz -del
ser- por la tiranía de la emoción -ser en otro-, trueque en esa entrega del que
eres por aquel al que no puedes llegar, laberinto de laberintos sin luz, doble
ser deshabitado.
Y nos asomamos al abismo de ver el
antes, la angustia al ignorar dónde hemos estado, no haber sido, no ser ya,
nunca. Aún sabiendo que el resplandor está ahí, debajo del negro paño que cubre
la sagrada cesta de juncos de los días.
¿O quedaré
tirado en una playa
De aún no sé qué mar de desengaño?
De aún no sé qué mar de desengaño?
(Heinrich
Heine).
3 comments :
"Trato de comprender algo incomprensible: la transformación del erotismo de los griegos en la Roma imperial. Esa mutación no ha sido pensada hasta ahora por una razón que ignoro y por un temor que entiendo. Durante los cincuenta y seis años del reinado de Augusto, que reacondicionó el mundo romano bajo la forma del imperio, tuvo lugar la metamorfosis del erotismo alegre y definido de los griegos en melancolía espantada."
("El sexo y el espanto" de Pascal Quignard)
De los griegos a los romanos y al cristianismo. Del erotismo alegre de los griegos (de unos pocos libres, claro)a los romanos y al cristianismo con su melancolía espantada que acabaron de rematar Freud & Cia.
Y así nos va: "Carior est ipsa mentula"
MUCHA GRACIAS, PEDRO, POR TU PÁGINA NUESTRA DE CADA DÍA Y MUY, MUY FELIZ 2.014.
Mi muy querida Magnolio que vas y vienes como esas mariposas que vuelan de California a no sé dónde. Son amarillas, las mariposas. Tú eres de todos los colores y lees a Quignard (uno de mis preferidos, pero Cortázar) y escribes en el borde de cuadernos escritos por ti en otras noches de Dylan (Thomas) y Whitman (Walt) y aún no había metro nocturno y los trenes y tanto que hay y no había y viceversa. Pues eso. Gran libro "El sexo y el espanto" como todo Quignard, tan diferente. Mi modesto garabato de hoy es una experiencia personal (claro, pero por si acaso lo aclaro). Un día destinado al trabajo que se convierte en placer inesperado y en él el tránsito, ay, el descubrimiento del goce extremo al otro lado del sentimiento, suplantándolo, arrasando la ternura, el instinto, lo anterior, algo animal, lo que somos (algunos más que otros, incluso cuando hablan) y yo qué sé, amiga mía de los tiempos de los romanos o los griegos, por ahí, era todo así, imperial.
Por cierto, sí, "Carior est ipsa mentula", de los epigramas de Marcial (hay que leer a Marcial, siglo I igual a siglo XXI) “mi polla es más preciosa que mi vida” (traducción, a mí que me registren).
“
Las cosas que hacen feliz, / amigo Marcial, la vida, / son: el caudal heredado, / no adquirido con fatiga; / tierra al cultivo no ingrata; / hogar con lumbre continua; / ningún pleito, poca corte; / la mente siempre tranquila; / sobradas fuerzas, salud; / prudencia, pero sencilla; / igualdad en los amigos; / mesa sin arte, exquisita; / noche libre de tristezas; / sin exceso en la bebida; / mujer casta, alegre, y sueño / que acorte la noche fría; / contentarse con su suerte, / sin aspirar a la dicha; / finalmente, no temer / ni anhelar el postrer día”
Lib. X, ep. 47.
Ah, y gracias a ti por venir/volver.
"Se sabe que el que vuelve nunca se fue"
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