Wittgenstein 3.
La
locura de los otros como una pared obscena ante los desatinos que crecen, se
agigantan dentro del Actor, su trágica obsesión por esa mujer espiritual y
ajena, ausente, entregado a la hamartia de cercarla con un amor que jamás será
correspondido. Lo deja claro Wittgenstein: “La forma general de una función de verdad es: [p, ξ, N(ξ)]. Esta es la
forma general de una proposición”.
Ha
pasado el tiempo, subido en la escalera absurda que ha fabricado, el Actor otea un horizonte que ya no existe, no hay más
allá que el recuerdo de un cuarto oscuro donde se veían sin verse, donde se
tocaban como silenciosos amantes que no querían turbar a los que dormían sin
saber, un pacto con un demonio cruel que fijó límites, una derrota ante un
ejército de sentido común y papeles firmados antes de la luz.
A
quién un dios quiere destruir antes lo enloquece.
Esto
es.
El
Actor.
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