Clavicémbalo.
«Soy partidista, estoy vivo, siento ya en la consciencia de los de mi
parte el pulso de la actividad de la ciudad futura que los de mi parte están
construyendo. Y en ella, la cadena social no gravita sobre unos pocos; nada de
cuanto en ella sucede es por acaso, ni producto de la fatalidad, sino obra
inteligente de los ciudadanos. Nadie en ella está mirando desde la ventana el
sacrificio y la sangría de los pocos. Vivo, soy partidista. Por eso odio a
quien no toma partido, odio a los indiferentes». (Antonio Gramsci )
Me
voy a comprar un clavicémbalo, lo anclaré en el salón para acariciarlo cuando
pase a mi cuarto por las noches. Una vez nos tengamos confianza, en la fase
posterior, el tuteo y eso, aprenderé a tocarlo en humedad y profundidad (en
octubre estoy apuntado a unos cursos en la catequesis de mi parroquia).
Desde
pequeño he tenido ilusión de saber tocar un instrumento (risas del público). Un
tío por parte de mi padre me regaló una armónica pero no me gustaba el sonido y
la tiré a la ría, un acto simbólico, premonitorio. Por eso opto por el clavicémbalo,
para evitar tentaciones.
Esta tarde/noche
firmo el primer pago, la primera letra, un pulso con mi incapacidad para la
música, conocimientos acumulándose en mi cabeza como el agua de lluvia en un
canalón obstruido, amontonándose con otras artes en actividades absurdas, nadar
en un mar de helechos, surcar de este a oeste el desierto de la espalda de la
mujer que amo, sumergirme en el palpitante y oscuro mapa de su deseo (o en el
del mío, a veces), amar por no dormir, hablar por no callar, escribir para no
decir excepto que el martes es un día soleado, apropiado para comprarme un
clavicémbalo (no sé si lo tendrán de mi talla, preguntaré).
Estoy
en un momento de cambio (llevo en ello un año menos nueve días) y aún no
termino de creérmelo. Esta es la
conquista de mi libertad, la prisión del ocio, envejecer mientras camino por
las orillas de una ría de peces ciegos y recuerdo de ahogados, el límite entre
lo que era y lo que soy (me lleno de suspiros, si alguna vez he sabido, se me
ha olvidado escribir, y de qué).
A lo
mío, empezaré con Bach, qué menos.
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