Cuotas.
La vida era un bien escaso, frágil, el dolor estaba
repartido en cuotas descompensadas. Alrededor había llanto, espinas y pensar no
estaba mal visto, decir lo que pensabas, sí. Qué, un suponer, dabas la mano a
un hombre gris y al instante saltabas dentro de un círculo con velas y
muérdago. Desde entonces ya nada era lo mismo y caminabas atento a tu sombra.
Un día descubrimos que mirando hacia atrás no avanzábamos y leer entre líneas
ya no estaba de moda, que se podía hablar…
¿Estás seguro?
Y nos callamos, por si acaso, renunciamos a lo
evidente, enjaulamos la risa y coqueteamos con el disimulo, cubrimos las
sonrisas con el abanico, aprendimos la seña de treinta y uno, la de pares, el
guiño cuando la partida nos era favorable y solo apostábamos por la victoria
-que era la huida-, señalamos el norte desde la proa de un barco varado en la
arena, burdo decorado, carcasa de papel, los músicos con laúdes y chirimías
sobre carromatos de cartón, el camino al exilio de nuestra propia dignidad.
2 comments :
Magnífico escrito. Un abrazo.
Muchas gracias, Daniel
Publicar un comentario