Un pianista con gusto.
Lunas, marfiles,
instrumentos, rosas,
lámparas
y la línea de Durero,
las
nueve cifras y el cambiante cero,
debo
fingir que existen esas cosas.
Debo
fingir que en el pasado fueron
Persépolis
y Roma y que una arena
sutil
midió la suerte de la almena
que
los siglos de hierro deshicieron.
Debo
fingir las armas y la pira
de la
epopeya y los pesados mares
que
roen de la tierra los pilares.
Debo
fingir que hay otros. Es mentira.
Sólo
tú eres. Tú, mi desventura
y mi
ventura, inagotable y pura.
(J.
L. Borges)
Esto va así, este es mi desafío, mantener esta página mientras quiera, , mientras alguien entre, contando lo que me parezca. Hoy me ha parecido esto.
Anda uno tan atareado de acá para allá, intentando aglutinar sensaciones y saberes, la ternura del hombre duro y el contraste del que pasa, ser el que no soy e inventarme. Amontono en azul versos ajenos, los junto con los míos en negro y robo tiempo al sueño o a la lectura, busco debajo de las alfombras literarias y musicales para abanicar los calores de quién ni siente ni padece. Inútil tarea, déjà vu, esto lo he dicho tantas veces que ya no surte efecto, ni siquiera a mí.
Y es que se pierden facultades –el tiempo, el implacable, el que pasó-, esta noche estábamos tomando vino barato en el Kasko y el pianista (no disparen al pianista) tocaba maravillas, con su estilo, sus cualidades y facultades. Esta es, esta es y no acertaba con el título de la melodía. Al terminar se lo pregunto. Country de Keith Jarret. Claro, exacto (visto los cojones, macho), Ahora tienes que tocar la cara A, my song –le digo. Y la toca, sin Jan Garbarek pero la toca, a su manera. Podéis escucharlas donde siempre.
0 comments :
Publicar un comentario