sábado, 9 de agosto de 2008

Factoría

La constante interrogación del desarraigo, del extrañamiento del ser en el mundo. Sólo después de la fiebre y el dolor de las preguntas sin respuesta se puede hallar la serenidad en el total desvalimiento. Desde la humildad de la ignorancia, el misterio del ser se convierte entonces en cobijo.
Julia Otxoa.


Que entré en la Factoría, hombres y hombres de gesto serio trabajando, humos rojos, ruido, azul y negro de los talleres. Voces roncas e improperios, machos merendando al sol durante el descanso de las seis, justo cuando salía, gritos soeces a la diferencia. ¿Y mujeres? había, pocas, empleadas en las cocinas, en el clavo, en la limpieza, telefonistas, algunas secretarias, ninguna directiva. También las chisteaban, vociferaban cuando pasaban, jóvenes o mayores, les daba igual.

(Durante la Gran Huelga sus propios compañeros las increpaban, insultaban, despreciaban. Ellas permanecían sentadas en sus derechos, incomprendidas, valientes, solidarias. Fueron víctimas propiciatorias y a alguna la destinaron a las grúas sobre los hornos, en la nave central).



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