25 de Enero
Abel Selaocoe acaricia el
chelo, Teddy Swins canta, Leopoldo María Panero habla y
deja poemas como insultos a la inteligencia de los
inteligentes y yo no entiendo, por eso es estimulante el diálogo
aunque sea entre biombos, aunque los antifaces, aunque las distancias, aunque
las mentiras empiecen a ahogarnos y nadar bajo el agua tiene el límite de la
capacidad pulmonar del que se desliza entre ondas y peces, entre algas que
ocultan y arrecifes que desgarran el confiado casco de cargueros surcando mares
transparentes pero, desafiando olas y espumas, monstruos marinos, cachalotes,
orcas agresivas, salvavidas atrofiados que miran sin ver desde su altura en
playas en las que ya no caben los que no saben nadar, los desplazados, los
apátridas, los diferentes, los que no se enamoran ni de sí mismos, los últimos
en llegar sin haber salido y hay días que no está uno para nada aunque
el frío de enero siga sin traducción y la geografía de la gloria siga dentro de una
incógnita de exploradores impotentes, de olas en la piscina mínima de un jardín
japonés que no sabe usted con quién está hablando y ni con un
zumo mañanero de orquídeas rojas se dilatan las pupilas de los dormidos
voluntariamente, hay que ver, que entre un insomne feo y la bella durmiente no
sé con quién quedarme y aunque no estuve en Pompeya a veces me siento sepultado
bajo montañas de lava aburrida, de materia gris incapaz de traducir alfabetos
turbios, que los pájaros cantan siempre la misma canción, que estamos aburridos
de pájaros, de los mismo pájaros, de la misma jaula, del bosque donde nos
perdimos hace años, entre lobos y sacamantecas, en la oscuridad, en el silencio,
en el peligro de incendios, destrucción del maná, frutos, raíces, recuerdos
bajo la corteza, amo a Carmen grabado en el tronco, añoranza
del deseo, de aquel deseo poderoso bajando de cumbres en las que apenas se
podía respirar, repetición del miedo, vuelta de tuerca al no ser, a la
inconsciencia, al punto cero, hay mañanas que divago, como esta, de cielos grises y nubes dentro del pecho, de dolor sin saber la causa, de una
desesperanza tal que meto la cabeza bajo una piedra y si se cae el mundo que me
pille dormido. Lástima de insomnio crónico.
Esto tiene un límite, llega desde aquí hasta aquí (y hace el gesto con las manos).
A partir de ese punto empieza el hastío, sin vuelta atrás, sin remedio, sin otra solución que continuar como si nada hubiera pasado (o cerrar la puerta y volver al principio, o buscar nuevos horizontes, o dar fuego a la barraca y aquí paz y después Gloria).
Estas son cosas que escribo
dictado por mi imaginación, un señor bajito que tengo sentado detrás del hombro
izquierdo y sospecho que mi inconsciente algo tendrá que ver. No es mi realidad (al menos la de ahora).
Mi realidad es que hoy es mi cumpleaños.
Muchas gracias por soportarme.
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