Roger Anthoine
Caminatas mañaneras por los
montes alrededor de Bilbao, para recordar, un ejercicio de disolución en el
trayecto entre entonces y mañana, sabiendo que, al fin y al cabo, estoy como
Gulliver, atado en la playa con mil diminutos pensamientos, otros tantos goces y
el dolor, luego la quietud al conocer el punto exacto donde empieza lo
imposible, las riberas de un Nervión pintado, la nieve de un cuento de niños
abandonados en un torno, un programa de ordenador en el que pulsas X y se llena
la habitación de lágrimas de sal, pulsas Q y se proyecta la luz del pecho en
otros pechos, poemas irreversibles en el umbral del deseo, terrible ejercicio
de escritura sabiendo que el texto quedará en el quicio, como la cerillera
ciega, fabulación, palabras que no son sino mi verdad, ejercicio en una sala de
espejos donde lo único relevante es la obstinación, continuar andando aún a
pesar del silencio, de la deserción de los espectadores de tribuna, incluso de
los que patean en el paraíso, el teatro está cerrado y algún lector en Suecia,
en Bolivia, en un punto perdido de Alemania pasan la mirada por las fotos
frías, por la firma de otros y septiembre con su música distorsionada me está
consumiendo las dos o tres ideas que me quedaban. No se crean todo lo que no
leen.
0 comments :
Publicar un comentario