viernes, 17 de agosto de 2018

Cuando tú te hayas ido me envolverán las sombras

Publicamos para librarnos de un texto, para no estar toda la vida corrigiéndolo y corrigiéndolo. (De una conversación con Borges)


Me ocurrió la primera vez.
Hoy lo he recordado.

Sole dejó a la niña con los abuelos y me invitó a tomar café, como entonces, como aquel día perdido en los recuerdos.
Acepté aún a pesar que si tomo café por la tarde me quita el sueño de la noche.

En el salón de su casa, nerviosos, hablábamos de muchas cosas, de nada.
Me levanté y la besé.
No opuso demasiada resistencia, tampoco demasiado entusiasmo, me dejo hacer.
Cuando acaricié sus caderas me invitó a conocer la habitación de arriba.
Se quitó la ropa sin dejar de mirarme, temblaba.
Quise aparentar seguridad pero también yo temblaba.
Fue entonces cuando la vi.
Una sombra pasó por su frente y creció y creció hasta abrazar todo su cuerpo.
Después nos amamos, los tres.
La sombra sonreía con una mueca cruel.
Mientras me duchaba se lo pregunté.

-¿La has visto?-
-¿Qué?-
-Una sombra.-
-Eh…no, no he visto nada.
-Estaba aquí.-
-Solo te he visto a ti, cariño, ¿volverás?

En nuestros siguientes encuentros no apareció la sombra, pero siempre me sentí observado, no estaba cómodo, no me concentraba.
Fuimos a un hotel pero por mi parte la sensación también era de intranquilidad.
Llegué a pensar que era un reflejo culpable de mi subconsciente.
Ella se dio cuenta, seguro que me tomó por un maniático.
Por consejo de mi psiquiatra dejé de visitarla.

Hoy me entero que la sombra se ha casado con Sole.
No somos nada.


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