Para eso escribo.
Escribo
para que me quieran, dicen algunos.
Se
esfuerzan en contar los pliegues de un murmullo, el suave susurro de las sábanas sobre el desnudo cuerpo que aman. Nos hablan de experiencias y
anhelos, nos mienten, nos enseñan una mano y en la otra, cerrada, esconden la
realidad del tedio y la ausencia, del bostezo atroz sobre una playa de piedras
y recuerdos, carabineros vigilando las negras mercancías que flotan sobre el
fielato, el límite que traspasan las aldeanas que bajan del monte con leche y
manzanas, con nueces. Solo una vez estamos perfectamente equipados para
amar.
No
quiero mentirte, esto no es lo que
parece, no es la fragante oscuridad donde dormitan las altivas musas, la
inspiración en el ábside, las palabras remansadas en relatos sobre amores
tempranos, decepciones tardías, el corazón en un zapato, dolor en varios
colores, una gama de sufrimientos del uno al nueve. Esto es trabajo en la
zanja, balbucear, musitar, gritar, borrar, intentar, seguir, decir lo de antes
y esto.
Escribo
para que te quieras.
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