Russ
Gina Trikonis and Russ Tamblyn in West Side Story directed by Jerome Robbins and Robert Wise, 1961
La cosa va así, esto es un juego en el que se trata de imaginar.
Para ello utilizo una carta a una mujer que parece despistada pero que se fija
en aquello que le interesa, que clava en el texto sus ojos tan bellos y ve lo
que ve y más allá, detrás. Y dice/digo (en la carta. Please Mr. Postman).
Uno. Imagina que vas caminando con tus piernas tan largas, tan
bonitas y yo soy un desconocido. Nos cruzamos por la calle. Por supuesto ni me
miras, no reparas en mí. Yo sí reparo en ti, por supuesto. Qué señora- pienso.
En cuanto pasas me doy la vuelta (para mirarte el culo, claro). Me subyuga tu
caminar y sigo tus pasos (sin perder de vista el movimiento de tu culo). Esos
pantalones son de chico- pienso - pero le sientan bien. Varios kilómetros
después, siguiendo tus contoneos, entras en un Audi nuevo y te marchas. Me
quedo en la acera. Vaya mujer – pienso, mientras me rasco la cabeza. No pasa
nada, tú ni te has enterado, pero quédate con el detalle.
Dos. Imagina más. Sorpresa, nos encontramos después de un montón
de años pensándonos desde una y otra parte del mundo. Un día, por la circunstancia
que sea, nos vemos, tomamos un café, un zumo de tomate, algo, nos hablamos. Sin
quererlo, se abre una puerta que había estado cerrada. Esa puerta da a una
habitación. Como está a oscuras tú no sabes lo que hay dentro. Como yo he
soñado muchas veces que estaba dentro, contigo, pues sí lo sé. Por eso,
mientras James Taylor canta en OHio, te doy un beso de record Guinness (por lo
largo) e insisto en un recorrido por zonas de tu cuerpo que estaban
dormidas como princesas que comieron manzanas embrujadas. No hay nada que
hacer. Tomamos más café. No había pastas de té en el supermercado, lo siento
¿te apetece otra cosa?– dices. Sí, tú –digo, pero cambia el aire y la puerta se
cierra con estrépito. Me subo al coche viejo y vuelvo a California. Tú te
quedas tan feliz, como estabas.
Seguirá mañana. Lo de hoy no es gran cosa, lo sé, pero tiene el
condicionante de la mordaza de mi error, contar que en este rincón cuento.
Y me corto.
Esto no es un cuento ni se le parece.
Pero lo intentaré, mañana.
Mas.
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