Quantum mutatis ab illo.
Por
primera vez desde hace meses hoy no me han puesto pañales, espero llegar a
tiempo y no mearme.
Me
ven escribir como ven a Nieves andar arriba y abajo por el pasillo, como a
Julián frotarse el pantalón, como a Carmentxu menear la cabeza sin descanso,
otra manía, rutina, un tic, escape de lo mismo y sin embargo.
Me
siguen la corriente cuando hablo sin cesar de historias inconexas, nombres
nuevos que creen me invento, un ayer florido que ni se plantean, que no
aceptan.
Me
dicen sí o no, me traen papel, bolígrafos, menean la cabeza con suspiros, me
cuidan bien, no hay queja, no me leen.
Mis
hijos vienen sábado sí, sábado no, me hablan de sus cosas, me traen libros,
algunas veces lloran, mis nietos nunca vienen.
Las
piernas me responden, puedo andar apoyado en la enfermera, siento el calor de
su brazo, su dulce olor, su voz suave, me trata como a un niño, como al viejo
que soy.
Pero
estoy vivo.
Sigo
sintiendo, escribiendo, soy.
Cuán
distinto de cómo era.
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