Canción de cuna para un amante que nunca regresa.
Ven, vida
mía, tiéndete al lado de la ausencia, sobre las tablas del miedo, suelo y techo de nada. Vuelve, la
esperanza se seca, muere el día,
memoria sin color de un tiempo removido
en olla desconsolada, cena fría de la despedida. Quemo incienso, busco tus
huellas, intento desvelar
la madrugada, amanecer contigo. Sentada en el pliegue del error, no veo, rey,
aturdida y discreta, me conformo, aquí,
tan sola, con espejos y alhelíes, exaltada,
custodiando la puerta que da al prado
donde reíamos y éramos, mi bien, ternura.
Poeta de luz, escribías
maravillas en mi cuerpo, colmabas
mis muslos y la frente, derramándote,
mi pequeño, hacías resplandecer mi rostro,
a mí, entera, te esperaba abierta a la dulzura,
estremecida, oh torrente de placer, milagro,
rubor de terciopelo, caramelo de miel,
esperanza, secreto, festejo, pasado, tanto, todo. Duerme, sueña con distancia
sin clemencia, ay, que te
arropo con las sábanas del viento,
el mismo que se ha llevado fotografías rotas,
música, voz, que ha dejado una silla vacía,
soledad, un laberinto donde buscar mi herida.
Regresa mi chico guapo, mi
hombre, una luz delicada
huye al extremo del camino
por el que las vacas volvían de la fuente. Me faltan balcones para esperar tu
vuelta, miro sin ver y sin
embargo, mi niño bonito, amante
que gemías a mi lado, en mí, dentro,
te has llevado los mapas, me he perdido,
paso las páginas, se han apagado los soles,
se me están doblando los dedos de esperarte,
de estrujar el pañuelo de las lágrimas, que ya no,
que no tengo, llueven hojas de otoño, florece,
se agosta el cielo, los recuerdos, no vienes.
Ven, dulce amor, duerme a mi
lado, mi capricho, se
desvanece la ilusión, inquieta
tapio las ventanas por si vuelves,
enluto las cortinas, afilo cuchillos y mi lengua,
los insultos, traidor, preparo sortilegios, venenos,
ruin, oculto en mi pecho la salida, quemaré
la cama, cada sábana que tocó tu cuerpo, quiero
estrangularte, desgarrarte, morderte el cuello,
clavar hierros en tu alma, si la tienes, pisarte los cojones, dar a los perros aquello que te cuelga,
verter en un hondo hoyo tu sangre negra.
Maldito amante que nunca regresa.
2 comments :
¡Qué poco precisas para describir cómo se pasa del ardor a la desesperanza barra desesperación!. Pero “cushame tú” ahí quedan brasas, loqueyotediga.com. A ella aún no le picó el bicho de la indiferencia, no le llegó la estación del invierno a sus caricias, sus manos aún desprenden fuego (aunque las tenga repletas de ganas de quemarle enterito)
Besets!
Maribel Gs, ay, si te contara (bueno, ya te lo estoy contando)
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