martes, 20 de diciembre de 2016

Canción de cuna para un amante que nunca regresa.



Ven, vida mía, tiéndete al lado de la ausencia, sobre las tablas del miedo, suelo y techo de nada. Vuelve, la esperanza se seca, muere el día, memoria sin color de un tiempo removido en olla desconsolada, cena fría de la despedida. Quemo incienso, busco tus huellas, intento desvelar la madrugada, amanecer contigo. Sentada en el pliegue del error, no veo, rey, aturdida y discreta, me conformo, aquí, tan sola, con espejos y alhelíes, exaltada, custodiando la puerta que da al prado donde reíamos y éramos, mi bien, ternura.


Poeta de luz, escribías maravillas en mi cuerpo, colmabas mis muslos y la frente, derramándote, mi pequeño, hacías resplandecer mi rostro, a mí, entera, te esperaba abierta a la dulzura, estremecida, oh torrente de placer, milagro, rubor de terciopelo, caramelo de miel, esperanza, secreto, festejo, pasado, tanto, todo. Duerme, sueña con distancia sin clemencia, ay, que te arropo con las sábanas del viento, el mismo que se ha llevado fotografías rotas, música, voz, que ha dejado una silla vacía, soledad, un laberinto donde buscar mi herida.


Regresa mi chico guapo, mi hombre, una luz delicada huye al extremo del camino por el que las vacas volvían de la fuente. Me faltan balcones para esperar tu vuelta, miro sin ver y sin embargo, mi niño bonito, amante que gemías a mi lado, en mí, dentro, te has llevado los mapas, me he perdido, paso las páginas, se han apagado los soles, se me están doblando los dedos de esperarte, de estrujar el pañuelo de las lágrimas, que ya no, que no tengo, llueven hojas de otoño, florece, se agosta el cielo, los recuerdos, no vienes.


Ven, dulce amor, duerme a mi lado, mi capricho, se desvanece la ilusión, inquieta tapio las ventanas por si vuelves, enluto las cortinas, afilo cuchillos y mi lengua, los insultos, traidor, preparo sortilegios, venenos, ruin, oculto en mi pecho la salida, quemaré la cama, cada sábana que tocó tu cuerpo, quiero estrangularte, desgarrarte, morderte el cuello, clavar hierros en tu alma, si la tienes, pisarte los cojones, dar a los perros aquello que te cuelga, verter en un hondo hoyo tu sangre negra. Maldito amante que nunca regresa.

2 comments :

Maribel dijo...

¡Qué poco precisas para describir cómo se pasa del ardor a la desesperanza barra desesperación!. Pero “cushame tú” ahí quedan brasas, loqueyotediga.com. A ella aún no le picó el bicho de la indiferencia, no le llegó la estación del invierno a sus caricias, sus manos aún desprenden fuego (aunque las tenga repletas de ganas de quemarle enterito)

Besets!

Pedro M. Martínez dijo...

Maribel Gs, ay, si te contara (bueno, ya te lo estoy contando)

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