viernes, 17 de octubre de 2014

Ibarrekolanda, por decir algo.



Mira, que quería decirte que no, que no estoy de vuelta, voy, sonrío mientras recuerdo la leche derramada sobre el fuego, los que no sabían leer, el canto del ruiseñor en Ibarrekolanda, la espalda inclinada sobre el surco, los cencerros de las vacas que llevábamos a la fuente en aquel monte encima de Llodio, mi madre esperándome en el balcón, los bailes en Artxanda, abrazado a chicas ye-ye bajo la lluvia, el primer beso a Carmen, aquel adagio de Albinoni, el dolor por la muerte de los míos, el dolor posándose en la nuca, en los párpados, en la impotencia de no saber rezar, de no saber a quién, a qué idea, creencia, atavismo, no saber mentirme y la vida era morirse, eso era (es) todo.

Oye, que sí, que un día desperté y las cicatrices del alma habían desaparecido. En mi ignorancia no puedo precisar si eran del alma o del corazón. Sé que la(s) amaba, tanto que no podía respirar, que me faltaba la sangre, que me mordía la lengua para no gritar. Pero ese día, ayer, hace un siglo, desperté y los días eran un cuadro de un hombre que volaba sin alas, que estaba suspendido sobre un horizonte con varios soles. Creo que era en Cádiz, o Finisterre, por esa zona, coño, que bonito es volar.

Desde entonces sigo no solo despierto sino insomne, paso las noches y los días con los ojos abiertos, aprendiendo, sintiendo, viendo.

Me estoy aburriendo de lo que veo.




1 comments :

Encarna C dijo...

Aburrido...en mi caso la imagen inferior. Mirandola varias veces. Me he relajado.

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