Conversaciones, sí.
Todos los árboles se han puesto a gemir dentro de mi espíritu
al recordar tus bragas en la oscuridad, la luz debajo de tu piel,
tus pétalos vivientes.
Atravesando los aniversarios, a veces viajan las palomas ebrias
Venga desnuda tu misericordia, ah paloma mortal, hija
del campo.
(Antonio Gamoneda)
–¿Nunca habías visto una mujer desnuda?
–Nunca, antes he visto mujeres sin ropa, el breve tiempo de entrar a la habitación en una penumbra absurda. Además siempre voy medio borracho. No es contemplación lo que busco.
–Te conozco, esta te ha marcado, no dejas de pensar en ella.
–No digas tonterías, vamos a tomar otra copa.
–Como quieras.
(Su piel es de marfil, de porcelana, es blanca, de la substancia de la que están hechos los dioses. Flota sobre las sabanas, sin peso, es perfecta. Ríe y me llena de luz, me abraza y el mundo se detiene.)
–Tenemos que volver al hotel, mañana salimos temprano.
–Vete tú, me tomo otra y voy.
(Me mira y siento que ve todos mis pecados, que me absuelve, con un dedo hace cruces en mi frente y olvido quién soy, qué hago en el mundo, oculta mis abismos.)
Etc, etc.
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