Bilbao New York y vuelta, quizás.
1295 1300 Giotto / And demons cast out of Arezzo,/ fresco detail
Claudia Cardinale en el rodaje de "Il Gatopardo"
Skyline Manhattan
Yo
es otro, dice Rimbaud y los demonios salen volando de Arezzo, como
debe ser, volar es un destino, un privilegio, ahora mismo estoy volando hacia
New York la ciudad que se debe conocer media hora antes de morir si uno lo
tiene escrito en los puños de una camisa blanca, en las paredes de la
premonición, en el gesto del arrecife, yo
es otro y sé que nadie leerá esto y nadie hará muy bien porque me voy de
Bilbao, antaño una ciudad metalúrgica y oscura, herida por una Ría que se
desbordaba en caudales de lluvia y barro y hoy, ya ves, una urbe luminosa
acariciada por una ría cada mes más transparente y el Guggenheim apenas una
sucursal del museo que visitaré mañana o el sábado con mi flamante carnet
especial, pase usted señor, en correcto inglés, of course, pasemisí pasemisá,
que no llevaré pañuelo de hierbas ni abanico de colores pero en Central Station
tomaré un tren a Connecticut aunque omitiré la parada en Harlem y sus calles
plácidas sin chispas de meteoros ni peces en los riachuelos del ritmo africano
y los juncos de Juan Larrea, estudiar a los poetas, las cartas de Dylan Thomas
pidiendo dinero a todo lo que se movía, dólares plácidos o libras como
anémonas, escribir es una mentira adornada con nada, intentar mover las
constelaciones del aburrimiento astral, astillas entre las uñas de Gary Cooper
en una India de cartón y alguien tocando la trompeta del miedo, prosopopeya de
la mula Francis, anagogía para entretener el vuelo, algo de Esaú y Jacob, José
interpretando sueños, links y onomatopeyas en la epopeya de conocer lo del otro
lado, lo del lado de allá, Cortázar dice, este trabajo es para mí mismo, le
acompaño a la puerta con lirios y falsete en la voz debajo del mantel que
sacudía en la habitación de Roxana en un Londres gris que se siluetea cuando
añoro hoteles en penumbra, palacios carnales, contornos de cuerpos desnudos y
amapolas, manzanas sobre la mesa y ella, sin nombre, burlándose de las flores y
lo pomposo, animándome a ya y déjate de
retóricas que vuelo porque no vuelo y he besado a mujeres como peces, fríos
labios boqueando fuera del agua, pechos que no temblaban y el sexo como hábito
en los últimos cincuenta años cambiando poesía por juventud en los calendarios
nublados, ornamentales en el recuerdo, reo del deseo, Claudia Cardinale en una
fotografía frente, al lado, delante de un grabado antiguo, il Gatopardo, "si queremos que todo siga como está, es
necesario que todo cambie", un leopardo jaspeado, un serval, un animal que
nunca veremos pero New York sí, sus avenidas largas, sus altos edificios, sus
gentes amables y mezcladas, esa esquina de Tribeca donde no jugué en mi
infancia bilbaína y goitibera, ese vehículo armonioso arriba y abajo por calles
sin bocinas y los barcos anclados junto al ayuntamiento, especulación del
futuro, estábamos muy lejos del vivir, era esto y no se han marchitado las
preguntas de entonces, solo hay tres y el resto es silencio, un abrupto
silencio ante el que gesticulo como un mimo que se ensaña con el espíritu de lo
que no fue, de lo previsto y no dormir solo, el insomnio y el miedo a no
despertar, desangrado, la muerte travestida mirando/me y el cero, fascinación y
una ventana a lo que ahora es, encogido en el 14C, un gran avión con niños
llorosos y madres desbordadas de maternidad, judíos ortodoxos acaparando la
atención de azafatas asustadas, con reliquias en el equipaje y proverbios bajo
el solideo, ceniza sobre los pájaros de Brooklyn, nieve en la proa del ferry a Staten Island,
tiendas de lino en Bryant Park que cobijan a los lectores de Borges, a los
criados del caballo negro, a los que cambian níquel y novedades del aire,
facebook como paradoja, hablar con desconocidos herméticos y un arenal de
obsidiana detrás de los escaparates de tiendas que venden todo y tanto y esto
es New York, la capital de un mundo imposible donde quiero escribir mirando el
agua turbia del Hudson como un Poe de trazos infantiles, ingenuos, un engaño a
la impotencia de mi decir, laberinto para no encontrarme, un grito arrimado a
la pared del túnel de Artxanda cuando pase el tren y nadie escuche, Cabaret que
se ha quedado antiguo, aprender de los
indefensos, de los ojos en el centro de su mano extendida, de las monedas sin
valor, una mariposa en los cabellos rojos de la que amé un día, un pueblo junto
al mar, los bárbaros balanceándose en el muelle antes de asolar las riberas,
estudiar Alemania de cabo a rabo, desde 1935 hasta ahora mismo, Merkel
incluida, violinistas judíos y Celibidache en 1950, tan joven,
dirigiendo a la Orquesta Filarmónica de Berlín en las ruinas de la antigua
Philharmonie, (click), abolición de las alondras y las viejas palabras, las que
no sirvieron para impedir su huida, no
puedo (dijo) y me azoté la espalda con flores de silencio como un penitente
de la Sonsierra, un poeta disfrazado de analista químico, de vendedor de
postales cibernéticas, señoras y señores esto era la vida y aquí estamos,
volando a New York bajo estrellas de albahaca y cormoranes despistados con
hielo en las alas, una Borissenko de cristal bailando entre nubes y un
escarabajo de inquietud subiendo/me por la tráquea con el traqueteo del Boeing
o lo que sea, picor en los pómulos, las gafas sumergidas en un frasco con agua
destilada y este navío del aire rompiendo millas mientras en la pequeña
pantalla sobre el asiento esa raya blanca apenas se mueve, estamos sobrevolando
Canadá mientras tomamos té y pastas y el pasajero de al lado me mira y sonríe en
ruso y no le entiendo nada, para no entender nada no hace falta que el otro sea
ruso, en Elanchove no entendía nada me hablasen en el idioma que me hablasen, en muchos sitios
no he entendido nada, nunca, entre la sordera intelectual y las voces
domesticadas, las multiplicaciones, el misterio de los números primos y mi
cabeza como un almacén de emociones artificiales y ser el que eres, el dilema,
llamar amor al sexo, sí lo fue, quizás un sexo enamorado, miércoles que se
incendiaban en un cuarto sin cerrojo, metamorfosis de su apariencia de sabia para la que fui
solo su ghulam y calamidad de mi idolatría, de la insistencia en el error, orfidal
y toda suerte de calmantes, tranquilizantes y ginebra y celebrar el milagro de
haber amado después de muerto, en nuestras vidas siempre hay un momento de
encrucijada, de sur o norte, de ser o no ser, de un tigre jadeando entre los
muslos y un espejo fosforescente, reflejos artificiales y las venas de la Luna,
adivina, llevo en la maleta los zapatos usados por mi padre, el
cansancio de adivinar lo que no tiene importancia, la emoción de volver a ver
el skyline, Manhattan ahí delante, la ambición de pasear por calles solitarias
y no encontrarme con los hermanos Tsarnáyev preparando
un atentado en Times Square, un horror, visitaré la tienda de los judíos,
comeré hamburguesas en Broome, volveré al Moma, no me tropezaré con De Niro,
pasaré el puente y si
no sales en las fotografías nos has estado, una fotografía siempre es un
prueba, te lo juro, ese de la esquina soy yo, el que sonríe, ocurre que yo es otro y Rimbaud me deprime y me
pierdo en New York, quizás regrese algún día a mi Bilbao de amigos y sirimiri, o no. Hasta entonces.
Gordon Parks Staten Island Ferry Commuters, 1944
Paul Strand Office Buildings from Below, New York, 1917
Rudy BurckhardtTimes Square, 1938
Central Park 2008 / Photo: Paul Hagedorn
Yellow NewYork
5 comments :
Que pena. Sólo lo ha leído Crystal. Con lo que me costo escribirlo. Ingratos. Y feos. Ya os vale.
Es que pensamos que depués de esto tu cabeza no tuvo más remedio que salir corriendo a una playa de Grecia, a salvo.
Supe la verdad es que he salido corriendo (volando) pero no a una playa de Grecia
Vuelve…cuando puedas…
¡Qué gozada leerte, imaginarte y aprender contigo!
A big hug, a lot of kisses.
Enjoy!
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