El fraude del conocimiento.
El
año que ahora empieza alarga la inquietud del que se ha ido.
Alrededor
la niebla de lo que vendrá.
Silencio,
nadie en la calle, los otros están dormidos, encerrados en la urna del yo.
El
amor se desgarra entre las zarzas.
La
pregunta, inmóvil, resiste.
Alguien
balbucea, intenta alargar el puente del que solo conoce un lado, el de enlazar
carencias.
Atolondrado,
un niño con los ojos abiertos no tiene prisa por vivir, quiere volver donde no
ha estado, no entiende aún dónde empieza la urgencia de solucionar la
servidumbre del decir.
De
sus ojos mana, lenta, la tristeza.
Nada
sabe y la ventana está cerrada.
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