Snakeoil.
Lord Snowdon, Mental Hospital, 1968
Estas noches no puedo dormir, hay
una deuda antigua que me muerde el sueño y me deja en un insomnio intranquilo
en el que pienso que la vida es corta, me lleno de tristes premoniciones,
paisajes negros, inquietud, angustia. Me levanto muy cansado, con miedo,
pensando que haré con el largo día, con tantas horas vacías, sin sentido.
Y es que el tiempo corre tan
rápido que está a punto de dar la hora y no me he puesto a casi nada, me pone
nervioso mi inactividad, esta desgana, esta absoluta falta de ganas de hacer
¿qué? Aún no he empezado y sin embargo la realidad es que estoy terminando.
La ciudad está lejos, por mucho
que intente correr ya no llegaré. Estoy al borde del río de mi vida, disfrazado
de alguien que no soy. Me apresuro sin esperanza, la ciudad está lejos, sí, todo
está lejos, soy solo un recuerdo, un número a punto de ser tachado, otra
víctima de dioses crueles.
Caminando por el lado oscuro, cuando
estoy a punto de dar el último paso la esperanza me detiene. No sé si es una
alucinación por el exceso del dulce humo, que estoy flotando en un duermevela o
que la debilidad me hace ver lo que no es, pero estos brazos alrededor de mi cintura parecen
tan, tan reales.
Lo siento, ha sido todo un
error, oye, que sí, que todo está en orden, todo es lo correcto, Carmen ha
vuelto y era eso, la ausencia, que no me llamaba por teléfono, que lo perdió, dice,
que han sido días de mucho trabajo en…bueno, donde haya estado, pero ya ha
regresado, tan bella, tan mujer, que la quiero con locura, que cuando estoy sin
ella no sé vivir, que me tiene embrujado, que esos arañazos en la espalda se
los hizo en la ducha, dice, que tiene que volver a…yo qué sé, su trabajo es un
misterio, qué me importa, solo quiero estar así, como ahora, tendido a su lado,
sentir el calor de su pecho, esta paz del alma, este alboroto del cuerpo (etcétera)
Las fotografías en color son de Olaf Martens
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