No me cuente usted historias.
La histeria por la Historia, buscarla sin desmenuzar los recuerdos, lo de ahora, aquello que pasa, utilizarla sin decir nombres, sin citar lugares, suspiros, respiros, ahogos y que haría sin Ella… la conocida como 'Dama de Cádiz' apareció durante unas obras en la antigua calle Ruiz de Alda, en lo que había sido la casa de Pelayo Quintero, arqueólogo y director del Museo de Bellas Artes de Cádiz entre 1918 y 1946, quien precisamente pasó gran parte de su vida convencido de que en el subsuelo de la ciudad, en alguna parte, existía un sarcófago antropoide fenicio femenino. De hecho, dedicó parte de su existencia a buscarlo, pero falleció sin conseguirlo y sin saber que el sarcófago femenino descansaba justamente bajo sus pies… vaya usted a saber, que los días resplandecen en julio y releo cartas de otro siglo, de entonces, cuando el amor se escondía entre el musgo y la filatelia, amor encarcelado, dibujos de dragones y excursiones, apuntes al natural y el retorno, como dice Alejandro Dolina… se lo digo yo, que me he rastreado por todas partes y me encontré en el patio de mi casa, cuando ya era demasiado tarde… recién enviudé de la nostalgia, de mirar hacia atrás, de transportar los archivos con los besos en papel de lonja a lonja, de piso a piso, mirador encristalado que daba al mar, desabrida sensación, imágenes confusas, la vista graduada o la mirada, intensidad de lejos, tan minucioso de cerca, es lo que tiene vivir en provincias, todo pasa en agosto, mi gran amor no me quiso nunca y envejecemos sin saber si hay tiempo para el milagro, si miente la memoria y el verde era rojo o el azul gris marengo, ayer oxidado, mohoso, chasquido sobre las hojas secas del parque donde apenas susurraba el sol, el latido de su pecho bajo mi mano trémula cuando abría la puerta del deseo y a su piel entraban mis dedos a tropel, buscando, escarbando, deslizándose, hurgando, tanteando, humedeciéndose hasta quedar dormidos en el borde de las copas de vino que en un tris tras se estrellaban en la chimenea del mercader, gritos de júbilo y en media hora todo había pasado, es decir como ahora, lo mismo, no me cuente usted historias, cuentista.
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