lunes, 31 de agosto de 2009

31 de Agosto.

Dilogía.

Pasa agosto, ay, tan rápido.
Muchos han estado de vacaciones.
Algunos hemos vuelto.
Llenos de imágenes, de recuerdos, de voces.
Otros han dejado la cabeza lejos.
O el corazón.
Estoy entero (creo, aún no he hecho balance, ni inventario, no me he contado).
Me alegra reencontraros.
Aunque este medio sea limitado.
Aquí va mi saludo.
Septiembre asoma lleno de negros presagios.
Nos quieren atemorizar.
Nunca he tenido miedo, es una mala época para empezar a tenerlo, afrontaremos lo que venga, sean gripes, crisis económicas, desamores, lo que traiga el mañana.
Os espero aquí cada día (que puedas, que pueda).
Añado un abrazo al saludo.
Me faltan once meses para las próximas vacaciones.
Hola.


Primavera Sombría.
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HAY un relato breve de la escritora alemana Unica Zürn que nos puede prestar una versión exacerbada de la Lolita enamorada de un hombre maduro. Se titula 'Primavera sombría' y narra, en una tercera persona telegráfica y poética, el despertar al «ansia de placer» de una niña que acaba siendo sometida por las fuerzas del mundo y la incapacidad para satisfacer el deseo que la convencerán de que el vacío es preferible a la existencia y el no-ser un ente reportador de más dicha que el ser. El relato es aparentemente autobiográfico, aunque eso carece de importancia más allá de su enérgica apuesta por una literatura testimonial y dolorosamente vaticinadora -porque el salto al vacío con que concluye 'Primavera sombría' adelanta el final de la autora del relato, que se suicidaría años después de escrito el cuento. Unica Zürn padeció diversas crisis esquizofrénicas que la mantuvieron asilada en distintos centros sanitarios. Fue amante de Hans Bellmer, artista que experimentó su sadismo con el masoquismo de la escritora, a la que fotografió en hirientes poses que hoy son parte de la Historia de la Vanguardia e ilustraciones explícitas para los analistas clínicos de las perturbaciones del deseo. Conoció a todos los grandes de las vanguardias de entreguerras, se enamoró de Henry Michaux, fue cómplice de Man Ray y de Max Ernst, escribió algunos cuentos que hay que contar entre lo más intenso que produjo el surrealismo literario.

'Primavera sombría' comienza con una declaración que ya dice mucho de los acontecimientos que van a tener lugar: Su padre es el primer hombre que ella conoce. El padre de la protagonista es un hombre ausente, sólo se hace presente para herir a la protagonista con una sensación de intensa extrañeza y perturbador deseo, y en cuanto éste hace aparición colocando a la protagonista en un laberinto de preguntas, la figura vuelve a desaparecer. Más adelante, la protagonista cree haberse enamorado de un chico un par de años mayor que ella, que le escribe una carta de cuatro palabras que ella tarda horas en leer, y contesta. Se produce un precioso intercambio de mensajes. Ella se hace la dormida. El le escribe: «Yo sé cómo podría despertarte». Es la bella durmiente y sabe que la respuesta que él va a darle es: «Te despertaría con un beso». Pero si la despertara con un beso todo habría acabado. El beso es el fin. Es lo que todos esperan. Pero ella quiere vivir permanentemente en la espera. Mucho después de escritas esas palabras Roland Barthes en sus 'Fragmentos para un discurso amoroso' lo repetirá: el enamorado es el que vive en la espera. La espera es la enseña del futuro, como el recuerdo es la del pasado y la acción la del presente. Quien elige la espera como enseña, elige el mandato de la ilusión y del sueño. Y es aquí donde cabe la frase de Jung según la cual la enfermedad mental no es otra cosa que un sueño hecho realidad.

El mundo de sueños y espera en el que vive la Lolita de 'Primavera sombría' choca frontalmente con una realidad cruenta y despiadada. Su iniciación sexual, marcada por esa espera en la que se siente al fin a salvo, la espera de la presencia de su padre, la espera del beso que la despierte (no quiere que se produzca, porque el beso pondría fin a la espera del beso, porque el despertar pondría fin al sueño en el que mora y se siente segura) está tachonada de imágenes masoquistas. Un perro le lame el sexo y ella se representa la lengua del animal como un cuchillo; mientras llega al orgasmo ella imagina a un hombre que le corta el cuello. Pero es un masoquismo controlado por la fantasía: cuando su hermano la ataca, el dolor no se acompaña del mismo placer que otras veces la arrebata.

La última estación de esa espera se produce cuando conoce en unos baños a un hombre maduro y atractivo del que se enamora ipso-facto. Lo que siente por esa figura, nos dice la narradora, no lo ha sentido nunca antes. El amor le rebosa porque ella es muy pequeña para contener ese sentimiento, nos dice la narradora. Esto es: la niña se convierte en recipiente insuficiente de un elemento tan caudaloso que acaba supliendo la propia identidad de quien ama, pues le muestra su insuficiencia y a la vez lo declara culpable por no tener la capacidad suficiente para contener lo que recibe. El anhelo se convierte en culpa y la culpa, atrofiada por la propia fantasía de quien se muestra a sí mismo como enfermo, transforma a quien ama en una víctima que se echa la culpas a sí misma para sacrificarse. El afán de sacrificio es aquí desorbitado, porque llega al acto supremo de negación del 'yo', el suicidio. La imagen final del relato no puede ser más perturbadora: estampada contra el suelo real que le ha robado definitivamente la existencia, el cuerpo de la niña sigue expuesto a la realidad: el perro es el primero que ve el cadáver, acude a él, mete la cabeza entre sus piernas y empieza a lamer, pero al ver que la niña no reacciona, abandona su tarea, se tiende junto a ella y empieza a sollozar.

Poco antes de suicidarse, Unica Zurn se preguntaba si su pasión por lo extraordinario era la culpable de que su enfermedad se presentara una y otra vez, invencible, y si sus crisis esquizoides no eran una especie de válvula de escape que le permitían escapar del tedio de vivir. Se rebelaba así contra la idea existencialista de que es, precisamente, el tedio disuelto en el líquido amniótico del vacío de existir, el que era capaz de oponer una razón de insistencia ante la angustia que provoca ese vacío. Ese tedio, estudiado por Heidegger, como uno de los motores del ser, se erige en enemigo principal de lo que bien pudiéramos llamar las existencias heroicas, aquellas que no pueden comulgar con la idea de que la vida se nos marche en el mero vivir, sino que han de indagar en éste para convertirlo en una aventura excepcional, porque sólo en lo excepcional acontece algo que merezca el nombre de vida. La congestionada infancia que se nos ofrece en 'Primavera sombría', presenta a una criatura que aprende pronto que no va a saber coleccionar excepciones suficientes como para que le merezca la pena la suma de padecimientos y tedios de que se compondrá su biografía. Su derrota, representada en la figura del varón apuesto del que se enamora y al que sabe inalcanzable, queda fijada por su incapacidad para aceptar las reglas de lo real.

Hay un momento francamente impresionante en el relato de la pasión que se desarrolla en el interior de la muchacha por el hombre maduro. Este le regala una fotografía suya. Para ella es un tesoro impagable. Primero la protege y la convierte en una fortificación. Pero luego se da cuenta de que si alguien la descubriera, la debilitaría hasta hundirla, sería compartir, revelar lo mejor de sí misma para que fuera convertido en comentario de los otros, en algo real, es decir, infame. Así que hace pedazos la fotografía y se la come. No sólo es un acto de amor: es un acto religioso, de santificación del amado mediante el cual, a la vez que la niña se hace uno con él, renuncia para siempre a la posibilidad de que alguna vez sea alcanzado. No puede ser real porque eso lo convertiría en infame. ¿Qué es lo real? ¿Qué persigue quien ama? Su certidumbre de que el beso es el final de una aventura, fija el territorio de ésta en los páramos sin límite de la imaginación, donde se siente segura, donde el mundo no puede incordiarla. Por eso se siente feliz cuando espera, por eso aborta su existencia: ha vivido lo poco que ha vivido en un futuro que repentinamente se le ha aparecido como irreal, como falacia, y a él se dirige, y a él entrega su vida ahora que sabe que es mentira.

Digital Sur



14 comments :

Ventana indiscreta dijo...

No sé de los meses por delante. Pero seguro que en septiembre no esclareceremos nada sobre el ceño de los fantasmas acumulados.

Besos de hola o de qué me dices. O de semana, si me apuras.

ybris dijo...

Yo también vuelvo. No sé de donde porque uno siempre va.
Y siempre intentando llenarse.
Que conste que te he leído y repasado calladamente.

Un abrazo.

Tesa dijo...

Se me quedaron muy lejos las Lolitas ...y los Lolitos no me interesan.
Pero septiembre me da miedo.

El premio a la frase brillante del día para esta tuya:
"Estoy entero (creo, aún no he hecho balance, ni inventario, no me he contado)"

Un saludo

Pedro M. Martínez dijo...

Ventana indiscreta, hola, digo que ya estamos (algunos) en el tajo. Es duro venir y más duro no tener dónde hacerlo. Para mí septiembre es principio de curso y sin embargo cierre de ejercicio (es lo que tiene trabajar en una multinacional). Es decir, estaré este mes doblemente cardiaco.
Lo del beso, si no te importa, de momento lo dejo encima de la repisa, no sé donde dejarlo, tengo los labios y la mesa llenos. A lo largo de la semana lo disfrutaré.
Gracias por todo, aquí estamos.

Pedro M. Martínez dijo...

ybris, consta, muchas gracias.
Por mi parte hoy no sé si voy o vengo.
Te prometo que para media mañana ya estaré (+ o -) en la onda.
Te abrazo, chaval, eres un tío majo.

Pedro M. Martínez dijo...

Tesa, coincidimos, tampoco me interesan las Lolitas ni los Lolitos (estos mucho menos)
Me interesan otras muchas cosas.
En septiembre lo iré contando.
Gracias por venir.

Un saludo

mirada dijo...

Hola, Pedro.
Bienvenido.
Tengo mucha ilusión, sé que con tus letras disfrutaremos mucho. Gracias.
Un besazo.

Pedro M. Martínez dijo...

Mirada, yo sí que he disfrutado mucho en tu tierra.
Gracias, gracias, gracias.
Los dos días…geniales.
Recordarlos me dará fuerza para todo el año.
Y nostalgias.
Guapa.
Cuidado con las avispas.
Besos, muchos besos.
Hablaremos

Tempero dijo...

Bueno Pedro. Es grato tenerte. Te preferiremos en tu salsa. Basta que nos hagas un buen guiso y verás cómo mojamos. Palabras untadas, horneadas, en puchero, palabras esferificadas, ahumadas, palabras en vuelta y vuelta o de ida y vuelta, palabras sensacionales, sensaciones de palabras, palabras en verso o en prosa, croquetas de palabras o un botillo de las mismas, palabras de pincho, merluzas níveas coleando palabras, palabras con grelos, con romero, emulsión de palabras, tortillas deconstruídas... Mojaremos, te lo aseguro.

Abrazos, salao.

Arantza G. dijo...

Has vuelto del Paraiso...de nuevo a la vida.
A pie de cañón.
Un beso y gracias por acordarte.

Tinta de aterrizaje dijo...

Como presagios vendrán, como presagios levantarán el vuelo.

Lo que sí espero es agua para el pueblo de mi topónimo/apellido similar donde tanto ardió. (Aulaga, TERUEL)

Besos.

Pedro M. Martínez dijo...

Apreciado Tempero tu comentario me viene al pelo.
Entre las muchas promesas que me he hecho a mí mismo para este nuevo ciclo está la de aprender a cocinar (mejor).
Y es que para mojar soy capaz de cualquier cosa.
Quedas invitado.
Abrazos.

Pedro M. Martínez dijo...

Arantza G., el Paraíso son los otros (¿o era el infierno?)
No he dejado la vida en todos estos días.
El cañón, sí.
Y besos, dos, muá, muá.

Pedro M. Martínez dijo...

Tinta de aterrizaje, hay cosas, tragedias, catástrofes que como ocurren lejos, las vemos en televisión (si reparamos en ellas) y nos parecen ajenas, lejanas, que no nos conciernen.
Un incendio duele. Ves arder los bosques y parece que se te está quemando el alma.
Soplo los presagios para que no huela a quemado.
Besos.

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