martes, 15 de enero de 2008

Dilogía.

Nada es lo mismo

La
lágrima
fue
dicha...


Olvidemos
el llanto
y empecemos de nuevo,
con paciencia,
observando a las cosas
hasta hallar la menuda diferencia
que las separa
de su entidad de ayer
y que define
el transcurso del tiempo y su eficacia.

¿A qué llorar por el caído
fruto,
por el fracaso
de ese deseo hondo,
compacto como un grano de simiente?

No es bueno repetir lo que está dicho.
Después de haber hablado,
de haber vertido lágrimas,
silencio y sonreíd:

Nada es lo mismo.
Habrá palabras nuevas para la nueva historia
y es preciso encontrarlas antes de que sea tarde.

Ángel González

Sin quererme embozar en el desánimo escucho los pájaros y el viento en la alameda, el camino está cortado por flores, a los lados hay estatuas de mármol en jaulas de colores. Escribo yo y no otro y gozo y temo y el cazador está apostado en el brezo. Llega carta de ella (¿?) y me desbarata, me arma, me desarma. Estaba en un cuadrilátero insoportable de sal y de lágrimas y desde hoy he claudicado, he traspasado el límite, he pasado al otro lado y ya no entiendo nada, además sé que no se puede entender, siempre tengo la idea que es pasajero, pero no, persiste sin que pueda hacer nada por remediarlo. La hierba se quema de lluvias y la vida es como la recordamos, su sonrisa -la de la fotografía en la pared- me mira, alegrándome. Pienso en ella (¿?) sabiendo que no debo hacerlo, me obstino en su sonrisa y el pecho se me llena de catedrales con las piedras ardiendo y menesterosos escondidos en la sombra de las cruces. Escribo lo que no debo y aún así me grabo el óvalo de su cara, la pienso, la describo, su cara feliz, o lo parece, o estar con ella en una esquina puede ser tan mágico que puedo equivocarme y pintar de nostalgia lo que no es sino presente pero sé que no y la niña pertenece al pasado y queda la mujer que me mira, a la que no puedo tocar sin temor a que algo ocurra, a la que hasta su olor me atrae y me evoca recuerdos de los que no tengo constancia pero están ahí, cuando en el mundo no había un nosotros y su mirada y su halo y una alimaña detrás, escondida pero ahí, esperando que desfallezcamos para devorarnos y el cristal, también ahí, separándonos irremediablemente en este territorio de ríos azules, de otoños, de nostalgias heredadas, de arbustos negros, de olas sobrepasando la escollera del ayer, pataleo sobre el ayer, mecagüen en el ayer. / Nada. Se va, vuelve, revuelve, me deja mensajes grabados en el contestador, dice que teme darme la mano, dice que teme que nos besemos, que nos desnudemos, dice que no, que nunca, que mejor estoy lejos, que soy un peligro para ella (¿?), que cada cosa tiene su tiempo y nosotros nunca lo hemos tenido. Puede decir lo que quiera, en mi interior no puedo sujetar esta avariciosa ternura que me deja ensimismado cuando estamos a solas, estas inmensas ganas de abrazarla y sentir su piel, de dejarme llevar por tanto sentimiento prisionero, soltarlo, llorárselo sin pudor sobre los hombros, decirle que no se puede querer tanto como yo la he querido y quiero, que no se puede sufrir tanto como yo he sufrido y sufro por ella (¿?), saber que ya no importa, que ni siquiera somos los mismos, que nunca hemos sido nada excepto una broma en las comidas de la empresa, cuando se escarba en los pasados no conocidos, en los futuros imposibles. A pesar de todo, arriesgando tanto, me acerco a ella (¿?) sin remedio, de forma inconsciente, sin pudor, sin pensarlo casi, con una repetida sinceridad al contar, al abrir mi corazón, al quedar expuesto a su comprensión, a su compasión, a quién sabe qué sentimiento, seguro que contrario al que quiero buscar. Pero no sé qué quiero buscar, no sé qué fuerza me impide olvidarla, me obstino en escribir poemas sin remedio, sin rima, no sé por qué me empeño en verla, en equivocarme así, en no pensar en lo que es bueno para ella (¿?), ni siquiera sé por que me tolera. Me paro y pienso que ya tengo edad para saber lo que debo y lo que no debo hacer, ya, inútil intento, pienso en ella (¿?) y las normas no existen, los límites siempre están más lejos y leo tantas veces las cartas que me escribe que la letra está borrosa, lo que dice me redime, lo que no dice me llena de tantos sueños que una explosión de imposibles me devuelve a la realidad y la realidad es aplastante, demoledora, está el aquí, el ahora y vivir no es escribir y todo esto no son más que palabras que no llevan a ninguna parte excepto a disturbarnos, a perturbar nuestra tranquilidad reciente, a que me mire como al bicho raro que siempre he sido para ella (¿?) si es que he sido algo. Sigo cautivo. (Saben que estoy escribiéndole, me vigilan, debo disimular, luego sigo). /Son las seis de la mañana, continúo despierto, me he comido el despertador, me doy cuenta que mañana estaré agotado por falta de sueño, me paro, muevo la cabeza, me compadezco de mi mismo con la ansiedad del amanecer y juego con seriedad, sonriendo pero respetando las normas, no pisar la raya, pisarla, borrar la raya, dibujarla, doblarla, llenarla de flores, apretarla entre los dedos y ya, canto mientras decido si clavaré estas elucubraciones en la puerta de madera de la ermita, pero sé que sí porque quiero que mis compañeros del astillero sepan hasta donde puede llegar la marea del corazón y eso que llaman amor que ni siquiera entiendo si es esto o es luz en el agua sucia del pantano, si solo es una locura que dura demasiado tiempo -toda mi vida, toda su indiferencia- y todavía me quedan dos años de contrato para salir de aquí, prisión de la voluntad, de cielos en continuo poniente y esto no dice nada y dice y mis poemas y cuentos pasan con pena, en silencio, avergonzados, mirando al suelo. Esta fragancia dice que si hablo sobre mi próstata o sobre las alteraciones en mi cuenta corriente emocional alguien al otro lado del Río Grande abre su ventana y entona una melodía muda con subtítulos y comentarios como banderolas al viento. Coincidencia o circunstancia, o quizás sea una cuestión de murallas alrededor del yo, de nubes atravesadas y atropelladas por los estorninos de noviembre, o de estepas meciéndose en plácidos atardeceres de revistas de fotografía. Debe ser un mal común, lo que le interesa no me interesa y viceversa y la vida del hombre la mecen con cuentos y León Felipe se sabía todos los cuentos y estamos hasta el gorro (frigio y frígido) de que nos cuenten cuentos. Sin embargo anteayer, ayer, hoy te he contado esta dilogía, mi querida lectora, mi querido lector. Mañana más, algo se me ocurrirá (cada día se me ocurre menos, puede ser el frío).

Charles Aznavour.


6 comments :

bajamar dijo...

La lágrima ya fue dicha

que bien suena eso, en diferentes lecturas, tal véz por eso es lágrima, porque fue dicha una véz...aunque sólo sea en el territorio de lo soñado, como sea, dicha y lágrima son pasajeras, o debieran, dicen, me han contado...

La obstinación es, al parecer, amiga de los imposibles

es porfiado el corazón

otro abrazo

Pedro M. Martínez dijo...

Hay lágrimas bajamar, que nunca terminan de decirse, se prolongan, constantes, por los tiempos de los tiempos. El poeta lo sabe – su cara es de quién ha llorado, de hambre, de injusticia, de distancia- y lo dice así de bien. Gamoneda es uno de mis poetas preferidos.
Lo traigo aquí con frecuencia para compensar mis torpezas.
Y para que todo no sean lamentos repetidos.
Aunque cada uno escribe como sabe y puede y siente.
Ya ves, entre esto, la música , las fotos y la simpatía (esta es gratis, me la regalan en cada comentario. Gracias) uno hace su blog. Esta es la historia.
Abrazos de buena mañana.

Nikté dijo...

Jajajaja. Me volveras loca, mas de lo que estoy.
Empiezo a leer y llego a lo de recibi carta de ella y yo...¿Eing? ¿Otra vez? Ah y sigo leyendo y todo me suena como si hubiese traspasado la barrera del tiempo esa y me topo con lo de la prós...y vuelvo a reír como la primera vez y me digo: Glup no se repite, Glup se perfecciona, pero acabará conmigo, lo se, lo se

Locoooo

Muacks

Pedro M. Martínez dijo...

En fascículos, Nikté, como las enciclopedias de los quioscos. Y luego lo dejo aquí, entero, para quién no lo leyó.
Pero como soy cumplidor y trabajador y tontolculo, también dejo este post sobre Vida y destino, de regalo.
Y loco no estoy, creo ¿o sí?, no, creo que no, lo veo demasiado claro.
Aunque esto de las voces...

Besos.

Marina Culubret Alsina dijo...

A veces tengo la sensación de andar sobre un espiral sin fin. Tus palabras me han devuelto sensaciones del pasado, que está siempre al acecho...

Gracias por recomendarnos el libro. Tengo curiosidad... y ya me lo apunté en la lista ;-)

Pedro M. Martínez dijo...

marina, así andamos muchos.
Pero andamos.
Y las sensaciones del pasado están agazapadas, siempre, prestas a saltarnos a la yugular del alma.
Gracias a ti.

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