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Me gusta la imagen de que el novelista es como el titiritero en el guiñol; ha de permanecer siempre oculto, y si lo ves, se destruye el espectáculo. (Alaa al Aswany)
La añoranza me mataba. H de viaje. Qué sarcasmo. Ni una carta, ni una llamada de teléfono, ni un estoy bien, volveré pronto.
Por eso decidí volver a lo de Emilio.
El bar seguía oscuro, con música imposible y Laura, la cicatriz de Laura.
Al final de la barra dos hombres oscuros hablaban con la mujer del dueño, costaba imaginársela delante de un juez, de un cura, seguro que no estaban casados, a nadie le importaba, ni a ella, su precio era el mismo con o sin anillo.
Laura ni giró la cabeza, dejó la cerveza frente a mi, sin mirarme, la espuma derramándose por el mostrador, toda su atención al lloroso anciano contando de su mujer enferma, los dolores, que ya no, para eso mejor morirse.
La encaré sin disimulo. Un accidente de coche, el navajazo de un amante despechado, la botella rota de un borracho, la cicatriz le cruzaba el rostro desde la frente hasta el labio superior sin alterar su belleza sucia, mis deseos de poseerla otra vez. Digo poseerla y digo comprarla, digo poseerla y digo lo imposible de recibir otra cosa que su cuerpo, ni una sonrisa, una palabra, su mano abandonada en mi nuca.
La noche sigue. Y la añoranza. El viaje. El dolor de la ausencia. El viejo se va. Laura, indiscreta, me hace el gesto del dinero con los dedos. Asiento con la cabeza, humillado. El cuarto, con olores, frío, una bombilla roja ¿qué hago aquí? entra al lavabo, vuelve, lávate, tumbada se quita la ropa con apatía, abre las piernas, ven , paso mis dedos por su cara cortada, por todas sus cicatrices, no ríe, mueve las caderas, no puedo, se impacienta, es igual, déjalo, me visto, pago, salgo del bar, creo que me miran y ríen pero quizá sea mi imaginación.
Ahora de vuelta a casa ¿a casa? Ni siquiera sé donde está H, si volverá, dónde ha ido esta vez, con quién.
Una semana después las cínicas sonrisas al fondo del bar, ya no cuarto frío, una cerveza tras otra, al menos me mira, toda la atención de Laura a mis quejas porque H no ha vuelto, mis dolores del alma entre labios ebrios, que ya no, para esto mejor morirse.
Así una y otra noche.
Por eso decidí volver a lo de Emilio.
El bar seguía oscuro, con música imposible y Laura, la cicatriz de Laura.
Al final de la barra dos hombres oscuros hablaban con la mujer del dueño, costaba imaginársela delante de un juez, de un cura, seguro que no estaban casados, a nadie le importaba, ni a ella, su precio era el mismo con o sin anillo.
Laura ni giró la cabeza, dejó la cerveza frente a mi, sin mirarme, la espuma derramándose por el mostrador, toda su atención al lloroso anciano contando de su mujer enferma, los dolores, que ya no, para eso mejor morirse.
La encaré sin disimulo. Un accidente de coche, el navajazo de un amante despechado, la botella rota de un borracho, la cicatriz le cruzaba el rostro desde la frente hasta el labio superior sin alterar su belleza sucia, mis deseos de poseerla otra vez. Digo poseerla y digo comprarla, digo poseerla y digo lo imposible de recibir otra cosa que su cuerpo, ni una sonrisa, una palabra, su mano abandonada en mi nuca.
La noche sigue. Y la añoranza. El viaje. El dolor de la ausencia. El viejo se va. Laura, indiscreta, me hace el gesto del dinero con los dedos. Asiento con la cabeza, humillado. El cuarto, con olores, frío, una bombilla roja ¿qué hago aquí? entra al lavabo, vuelve, lávate, tumbada se quita la ropa con apatía, abre las piernas, ven , paso mis dedos por su cara cortada, por todas sus cicatrices, no ríe, mueve las caderas, no puedo, se impacienta, es igual, déjalo, me visto, pago, salgo del bar, creo que me miran y ríen pero quizá sea mi imaginación.
Ahora de vuelta a casa ¿a casa? Ni siquiera sé donde está H, si volverá, dónde ha ido esta vez, con quién.
Una semana después las cínicas sonrisas al fondo del bar, ya no cuarto frío, una cerveza tras otra, al menos me mira, toda la atención de Laura a mis quejas porque H no ha vuelto, mis dolores del alma entre labios ebrios, que ya no, para esto mejor morirse.
Así una y otra noche.
20 comments :
"Verónica está despegando. Verónica gime. Verónica sobrevuela el mar. Fíjate en su abrigo y su sombrero. Me deslumbran como la luz del sol reflejada en un trozo de hojalata caliente. Se los quita y aparece un cuerpo con el mismo brillo de metal. ¿Está hecha de plata, o de estrellas caídas de una nube loca que cantaba canciones de amor?. Un cohete baila con ella, como el Cascanueces sembrando su semilla en tierra estéril. Sus ojos de cielo nuboso son la fuente donde nadan los peces del pecado.
Verónica está volando. Verónica grita. Verónica va a aterrizar. Observa cómo toca el suelo con la punta de sus dedos, deslizándose sobre la colina como un felino en la sabana. Corre por los campos, pisando la hierba que trata de crecer debajo de sus zapatos, arrancando la yedra amorosa que intenta rodearla. Verónica corta flores blancas para adornar su cabello. No le importa que las flores sangren como los humanos. Lame su sabia moribunda. Verónica busca un perro, porqué quiere sentir cómo alguien se alimenta en sus manos. Y gira sobre sus pequeños piececitos. ¿Quién no pagaría por besarlos?.
Verónica ha aterrizado. Verónica sonríe mientras recoge sus verdes frutos. Verónica no sabe lo que es el amor. Es sucia y vital como un condón usado."
Daniel Valdés (frag. De “Báilame el agua”)
Consigues a la perfección permanecer oculto en tus relatos como el titiritero del buen guiñol.
Cosa sorprendente en el mundo de las bitácoras.
Por eso te leo con la duplicidad de unas letras que hablan con un fondo de intriga tendida en quien mueve los hilos de tan impactantes marionetas:
Laura lejana, herida, inaccesible y entregada.
H ausente.
La noche implacablemente repetida.
Es muy bueno.
Abrazos
H se fue, y no vuelve?... Laura tendrá otra visita, me imagino ;)
besos
Pues a mí este tipo me gusta mucho más que el otro que a veces leí en tus cuentos. Se ve que me gustan los perdedores pero cuando no hacen pagar al resto por serlo, y si hay que pagar.. son ellos quienes pagan.
Besos con betadine, para Laura. Para ti besosssss así una y otra vez.
Moraleja: No te burles de los viejos babosos, ni reniegues de las Lauras.
Muy buen relato. Negro como la vida misma.
Me lo imagino al revés, unas noches más tarde, yéndole a llorar a H, porque Laura no lo trata como es debido.
¿Y esas cosas se te ocurren mientras vas haciendo footing por la ría?
Repito, muy bueno.
Un abrazo.
P.D. Ya resuena la bergamasca en mi cueva.
Pero ¡qué bueno!.... me gusta.
Un beso enorme.
Porque será que lo que te hace hundirte en la miseria es el silencio, el no saber, la ignorancia… al menos cuando sabes que no va a volver jamás, tocas fondo, pero puedes volver a levantar la mirada en cualquier momento y resurgir, malherid@ y rot@, pero volver a ser.
Atzavara este
Daniel Valdés tiene una prosa impactante, con grandes contrastes entre lo
lírico y lo concreto.
Curioso. ¿Porqué lo has incluido aquí? Es extraño como relacionamos lecturas
y sensaciones.
Pues muy bien, un fragmento muy bonito. Gracias.
ybris,
no creas, a veces enseño la oreja o la pata por debajo de la puerta, como el
lobo del cuento. pero no te preocupes, cuando firme libros en el cortinglés
te enviaré invitaciones. En cualquier caso contigo tengo un buen maestro en
lo permanecer oculto.
Y sabes que este cuento no es cuento, en absoluto.
Un abrazo.
(Envidio tu vitalidad. También)
Belén,
es un mundo sórdido, que está ahí ¿No te has fijado cuantas páginas dedican
los diarios a contactos y otras gentes de lo nocturno? Existen. Y hay muchos
que se dedican a ello. Profesionales y , claro, clientes
Margot, soy un perdedor, decía una canción de los Beatles.
Escribo sobre todo tipo de personas, de ahí (bien o mal) los
convierto en personajes. Si gusta lo que dejo aquí, perfecto. De entrada me
divierte a mi (además de lo terapéutico).
Besos sin betadine, así, a labios limpios.
Misántropo, como te conozco, a ti te lo puedo decir, ese cuento es absolutamente
real.
Lo saqué a partir de experiencias propias. No como cliente (de
Laura) pero si como espectador de situaciones similares. Esa mujer de la
cara cortada existe (o existía, quizás la han rajado ya entera) y el bar
(por llamarlo de alguna manera) y esa clientela tan patética, también. La
verdad no sé como entraba a aquellos sitios y, sobre todo, como salía
(vivo). El caso es que me dio material para (1º) cuentos y cuentos y (2º)
me sirvió para aprender mucho sobre vidas oscuras.
Que conste que está (muy) dulcificado.
Qué contraste con Ottorino ¿verdad? Qué cosas.
Mirada, tú, que me lees con buenos (y bellos) ojos
Gracias preciosidad.
Un besazo.
gaia07, por supuesto, levantar la cabeza, bien alta, y la mirada, salir del
silencio, vivir.
Curioso comentario a este cuento, muchas gracias.
Un saludo.
Vacío. Eso es lo único que podemos esperar. ¿Por qué una prostituta habría de tratar a este hombre con alguna clase de amor, como si le importara? ¿Por qué ese hombre busca amor donde sólo puede encontrar sexo? Y seguro que se había pasado toda la vida buscando sexo en lugar de amor. Has reflejado muy bien qué capaces somos de las mayores contradicciones. Saludos cordiales.
entre el texto y la peli sinceramente me quedo meditando si tal vez una mujer enamorada de un hombre no es una puta disfrazada de señora...
pero no lo sé... porque la verdad es que a veces la realidad lo supera todo, todo... besos
Gracias,Isabel Romana, muchas gracias.
A tu pregunta: no lo sé. No domino ese mundo (ni este). Amor, sexo, esas cosas. En cambio, el de las contradicciones, sí.
Saludos, muchos, con la mano, eo.
Amada Inmortal...uy, tu comentario es una bomba de relojería para las lectoras. Si lo llego a dejar yo esto explota.
Yo si lo sé: no.
Muchos besos.
Sexo o alcohol, qué más da, Laura escucha, comprende...luce sus cicatrices sin pudor e invita a hacer lo mismo.
un abrazo
Sí, De cenizas, de eso vive. Tan antiguo como el mundo.
Y hay clientes, muchos, muchísimos.
En fin.
Abrazos
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