Reloj
Lo sé, nadie me invitó a
esta fiesta, lo acepto. Puede incluso que no haya fiesta y esto sea solo una
reunión casual de transeúntes apresurados que dejan su tarjeta de visita y se
quedan el tiempo suficiente para soplar las velas, oler las flores y decir eso
de qué bueno era y siempre se van los mejores.
Digamos que es así. Digamos lo contrario. Digamos lo que digamos siempre
alguien estará sentado fuera del círculo, con los gatos, ahora que la vendimia
terminó y Celentano canta tan raro. Bajo los soportales, mirando la
lluvia, sacando la lengua para atrapar las gotas, se me juntan las teclas, se
me está olvidando escribir, no contesto los correos, no abro las ventanas, se
me está llenando la casa de humo, del cerebro, estoy abúlico, con resaca,
pegando por las paredes carteles con los nombres de los desaparecidos, con las
fotografías de sus manos cortadas, con ramos de margaritas a los pies de las
estatuas, con caballos por las alamedas que llevan al alba.
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