Dormir.
Bah, pretextos, ni jet lag ni
leches, ahora debería sentarme y escribir sobre lo de ahí visto desde aquí, ya,
antes de olvidar los matices, los detalles, los olores, las sonrisas, todo lo
que he imaginado en los aviones, lo que no he tenido tiempo ni ganas de anotar,
lo que aún tengo en la piel.
Quizás.
Pero en esto de escribir el
deber está fuera de la norma y la norma la impone ahora el cansancio de no
saber ni quién soy y solo querer dormir, mucho rato, sin horarios ni
obligaciones, meterme a la cama y despertar cuando sea.
Puede ser que entonces diga que,
por encima de todo, de este viaje me quedan las personas, cada una de esas
personas que me han aportado tanto, que de forma tan generosa me han brindado
su mano y su amistad. Vuelvo cansado y con mucho sueño pero he recibido tanto
que debo mencionarlo antes de guardar el despertador en un armario y
abandonarme al descanso.
Hasta luego.
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