El trayecto del rinoceronte (1)
No
creas que me he quedado mudo, no pienses que he olvidado el camino (de regreso),
no temas por mi salud (mental), el cambio de rumbo de las estrellas o las
mareas vivas de octubre, si las hubiera. No me ha segado el corazón un rayo de
angustia, ni se ha roto el cristal de la brújula con un viento de guadañas. No
mires al horizonte, no protejas tus ojos del sol de la mañana, llueve, o lloverá,
no adivines presagios detrás de la luna, ni sombras. Olvídate de teorías
complicadas, es solo que los días han tornado a rebeldes, incontrolables, antipáticos,
puntiagudos.
No,
no hay misterios, está esa certeza sobre la falta de tiempo para medir,
comparar la profundidad antigua de los arcángeles con un relámpago que abra
rendijas en el cielo. No hay cortinas cerradas, hay flores de alegría, belleza
alrededor, palabras tan dulces, tan hondas que ni siquiera podemos llorar.
Palabras que se remansan justo ahí, en ese lugar del brazo donde confluyen las
venas, allí donde un día alguien nos besó y se rompieron las dudas, allí donde
se fragmentaron las últimas protestas que habíamos puesto en la pasión que nos
envolvía, que nos crecía desde un punto invisible del jamás, de la mente que ya
no sabía, que ya sólo podía sentir fuegos y cuchillos, caricias interminables y
relojes de arena, terremotos. Que alguien apague ese televisor que no quiero
saber de malos actores pálidos de la política, mentirosos, programas absurdos, grandes hermanos de sonrojo, noticias tristes,
desgracias, cosechas perdidas, lluvia y lluvia, esta crisis interminable, silencios
llenos de ruido en este trayecto del rinoceronte.
Todos los niños del mundo, menos uno, crecen. Y no solo crecen, sino que enseguida saben que hay que crecer. (Comienzo de Peter Pan en la traducción para Ediciones Libertarias de Leopoldo María Panero)
1 comments :
Se adaptan magníficamente al entorno, sean praderas o sabanas; climas tropicales. Solitarios, reclamando su propio espacio. Si no les falta comida, ni agua, pueden sobrevivir lo indecible. Y la mano humana es su peor enemigo, les arrebata el territorio.
Así tu hombre de hoy convertido en Rinoceronte. Qué no sé si se niega a crecer, de momento mueve la cabeza a ritmo de noes, y le intuyo sabio porque aunque ve amenazado su espacio con alimento basura, aguas turbias y demasiado murmullos de voces vacías a su alrededor, aún conserva cortinas con vistas a palabras que calman su sed, su hambre.
Y cuando a un rinoceronte lo encierras dicen (que dicen) que se da golpes contra la pared hasta destruir el apéndice que lo distingue: su cuerno. Yo espero que en la próxima entrega el tuyo lo conserve intacto.
Cojo palomitas y me quedo a la espera. (MMmm quéfff rifcaffff queftannnn).
Besets!
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