Antes de la poesía.
Vienen
otras y las mismas
con cada una es diferente y lo mismo
con cada una la ausencia de amor es diferente
con cada una la ausencia de amor es la misma
(Samuel Beckett)
otras y las mismas
con cada una es diferente y lo mismo
con cada una la ausencia de amor es diferente
con cada una la ausencia de amor es la misma
(Samuel Beckett)
Me
interno en el bosque a consolarme llorando y pasa la tarde meciéndose como las
flores de los cerezos hasta que un céfiro inoportuno las desprende de las
ramas, aventándolas a ese cielo brumoso donde duermen los dioses del azar que
nos protegen con sus manos abiertas.
Hace un tiempo uno de ellos me rozó con su
dedo convirtiéndome en este que soy. Vivo desde entonces con una aureola de
noctilucas, pero ahora ¿desde dónde te busco? en la vocación de amarte o en su
reflejo de lo posible, en el magnífico impulso que me lleva a estas dispersas
palabras que apenas dicen, que se escapan por los resquicios del miedo a tu
terrible ausencia, de mi atónita mirada que se pierde en la umbría de no verte,
desparramándose por tu mundo interior, tan diferente, tan lleno de razones y
certezas, de fórmulas bien aprendidas, esto es así, esto es por aquello,
acuchillado por tu mirada, por tus brazos rodeando aquella pena mía
incontenible, mujer, tan mujer que en ti quiero perderme y encontrarnos fuera
de la selva de fieras y colmillos, de puertas cerradas y susurros, quiero
gritar que te amo a la mañana, despertar a los perezosos habitantes de la
siesta, incomodar a los que no duermen en las largas noches de persianas
cerradas.
Cuándo
será la próxima vez que nos veamos rodeados de sol y manos frías, de
transparentes labios de rocío, de pleamares, de jardines cautivos, de hojas
amarillas.
(Por
ejemplo, empezar así el jueves, como que no quiere la cosa)
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