Reposición.
Por qué / aún / de nuevo / vuelve el viejo dolor / me rompe el pecho / me parte en dos / me cubre de amargura. / Por qué / hoy / todavía. (Idea Vilariño)
Wilhelm Gallhof _-_Die Korallenkette
Carta del amante que se desayuna después de cenar.
Carta del amante que se desayuna después de cenar.
Amada mía, hoy, después de cenar me entero, el paso del tiempo solo ha castigado mi cuerpo, nunca el amor, nunca la lluvia de jazmines, la sombra líquida de aquellas mañanas de los miércoles, las agujas de los manómetros oscilando sobre el recipiente de mi deseo, era sencillo calcular la presión en un aire de rubí, Pm=P-Patm + Pm9h + pgd, fórmulas disueltas sobre una piel tensa, cazadores furtivos del orgasmo tardío, el mundo a nuestros pies desde el observatorio del nosotros, tú eras vegetal y yo dormía bajo las hojas de álamo, la cabeza apoyada entre tus manos de luz, después viajaban por la sien, por músculos recónditos, el tríceps de nadador de espalda, viajero de piscinas como un Burt Láncaster callado, buscando una explicación a este amor/dolor, educación que necesitaba deslindar el sentimiento del sexo, sin saber, sin entender más, definir qué es qué, absurdo, ungido del afán de poseerte sin tiempo, desmedido goce, instantes ciegos, olvidado todo lo aprendido, inventar cada momento, chuparte, sorberte, hocicarte, un hombre animal que gemía con tus gemidos, que escuchaba el vibrar de tus nervios, el temblor de tus muslos, ven, la lentitud de una caricia, de dos, de tantas, como luchadores sudando en el abrazo, inmovilizándonos, no abras los ojos, que perdíamos el conocimiento, ajenos a los ruidos de la fricción, sigue, mi bien, queríamos llegar más lejos, detrás de lo conocido, arriesgándonos a no saber regresar, a quedarnos allí, al otro lado, justo dónde me quedé, tierra de nadie, territorio hostil sin pensamientos, con lágrimas, la vida detenida, el desierto de las emociones, solo la obsesión de entrar en tu cuerpo/prisión, no en otra, no, solo en ti, carcelera enjuta con tu cuerpo de niña, tu mente que supiste llenar de candados, te rogaba, sin dignidad, gimiendo, ahora sí, como un demente, sin voluntad, déjame entrar, un solo no, de rodillas, con la frente en el suelo, ámame, no sabías, nuestro tiempo, si lo hubo, había pasado, solo me quedaba volver a paso lento, ¿dónde?, deshabitado, ruin, enfermo, perdido el sentido de tanto, de todo, vacío, estéril, con la garra del nunca rompiéndome el alma, ¿si solo fuera sexo?, nos preguntábamos y la noche nos defendía en hoteles de París, en Barcelona, en lugares ocultos donde nadie nos viera, tu marido, mi hijo, aquellos que sospechaban del brillo que antes nunca tuve en la mirada, los que no entendían mis excusas, los retrasos, ¿qué le ocurre?, nunca fue así, qué sabían, nunca había sentido, vivido, llegado a mi límite, tan lejos, nade hasta mi horizonte y no supe volver, llorando en las esquinas como un personaje de novela, pero era cierto, dolía, era imposible vivir, quién lo diría, el que se comía el mundo a pedacitos, el que iba y venía con la risa como escudo, una palabra, un consejo, una amenaza, no me miren que sé, tanto he vivido, estúpido, un niño asustado, un juguete, se rompió el armazón del ser, de lo que había sido, se desplomó con andamios y obreros imaginarios pateando en una caída interminable, a cámara lenta, como flores de grandes pétalos rojos abriéndose en el aire, quebrándose en el suelo como cristal, copas desparramando el alcohol que me acompañaba, las horas amarilleando, el doloroso viento que se llevaba la sed, los recuerdos, los libros que me regalaste, la foto con tus curvas, la caja en la puerta, tus regalos, ahí, errado o no, empecé a recuperarme, el duelo dicen, fatigado, dolorido, no sabía inventar más excusas para no ser, para estar muerto, sin hablar, pasear aún cada tanto frente a tu portal, corría a las mañanas, me apostaba en la esquina de la barra del café, nunca llegabas, cambiaste itinerarios, costumbres, un día viniste del brazo del que odiabas, no puedo soportarlo, tu marido, tantas veces lo dijiste, te creía, mentías, me usabas, mi hambre, la habilidad de pintarte el alma, las risas, la palma de las manos en tu espalda, basta, hoy me desayuno con una confidencia inesperada, un secreto, ay, de haberlo sabido, era eso, por eso todo, tanto, mi vida, el equilibrio, la caída, eso lo explica todo, tanto dolor, el mío, te es igual, lo sé, pero estoy llegando, me quedan tres etapas, cinco días y llego, tanto esfuerzo, tanto daño para nada.
4 comments :
"Dónde el sueño cumplido
y dónde el loco amor
que todos
o que algunos
siempre
tras la serena máscara
pedimos de rodillas"
Idea Vilariño.
Esta mujer, la Vilariño, vale para cuando los pájaros en el cuore de cuando sí, el agujero en el estómago de cuando no y la apatía de ninguno de los dos. Pero no hay poeta que reponga, restituya, ni devuelva ¿Verdad Glup?
Doña Magnolio, mire usté, . Idea Vilariño se enamoró, según ella, “del último hombre del que debía enamorarse“. Se refería a Juan Carlos Onetti (muerto en Madrid en mayo de 1994, tras pasar en la cama los cinco últimos años de su vida).
Este poema lo escribió cuando puso fin a su relación con él.
Ya no será
ya no
no viviré contigo
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.
Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.
Y es que uno cosa es hablar y otra plantar trigo, que cuando te atropella a traición la motocicleta del amor no queda más que dejarse arrastrar hasta que se pare. Verdad, Magnolio (es una afirmación).
La mía también, Glup, la mía también era una afirmación.
El poema precioso. Eres mi sherezade matutino.
Y no, por dió, que nadie nos arrastre ¡qué ya vale! (es una negación exclamativa).
Doña Magnolio, uno, aquí donde le ve, tan poquita cosa, ha sido arrastrado por motocicletas y otros inventos de motor, millas y millas, levantando polvo y arrastrando el culo por ortigas y otras plantas puntiagudas. Aún así, aún así digo, uno, ese, yo, no se cansa de esperar el ruido del motor traicionero, la motorista engafada, corta de vista, que me lleve colgado del manillar o de la palanca de cambios, yo qué sé, la vida es corta y ya nos arrastran otros por otros fangales.
Ah, no me veo de Sherezade, uno tan machote, ahí con tules y sedas bailando y contando, no.
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