Cuentos de guerra en sábado.
Domingo 14 de diciembre:
« Hablarte de mí. Contarte mi historia. Desde el principio. Todos mis sueños.
Y pensamientos. Cada proyecto. Cada sentido.»
(Todo espejo es un abismo.
Mira este lenguaje, esta materia activa que me construye, que me piensa y prolonga a tus pupilas. Mira lo que se entrega en esta aérea arquitectura que son mis escenarios
encontrados. Abraza las teclas de un piano de aire.)
« Hablarte de mí. Contarte mi historia. Desde el principio. Todos mis sueños.
Y pensamientos. Cada proyecto. Cada sentido.»
(Todo espejo es un abismo.
Mira este lenguaje, esta materia activa que me construye, que me piensa y prolonga a tus pupilas. Mira lo que se entrega en esta aérea arquitectura que son mis escenarios
encontrados. Abraza las teclas de un piano de aire.)
Para
hoy sábado tenía pensado contar una historia de “cuando la guerra” pero incluso
este término imagino que no será comprendido.
¿Qué
guerra, de qué habla? ( pensarán).
Y es
que hay ser muy mayor, tener buena memoria o al menos interés por lo que ha pasado,
por lo que pasa, por lo que puede pasar.
No te
agobies, tío, disfruta, qué cenizo (dirán).
Era
una historia bonita, a pesar de, una historia de niños y madres memoriosas, de
cuentos a la luz de una vela en un caserío perdido en las montañas de Vizcaya,
una historia de vida y esperanza, de dolor y de amor, de supervivencia, de miedo
y tierna mirada infantil, de resignación, de sueños rotos, de recuerdos que
duelen en la memoria y que hay que sacar como sea.
Qué
pesado (concluirán)
Solo tengo
que sentarme y poner en orden las palabras, evocar las voces en una cocina
soleada con mujeres hablando de esto y aquello, describiendo con elegancia situaciones terribles, alegres, animosas,
riendo a pesar de contar cosas tremendas, de sugerir ausencias, desaparecidos, destrucción,
muerte, tanta muerte, de ser felices con nosotros, niños jugando en el suelo aparentemente
absortos en nuestra corta edad. Pero no.
Qué
ganas de amargar la mañana, con lo que llueve, me voy a otra página
(decidirán).
Es
igual, es sábado y también quería estar aquí. vale, otro día lo cuento.
que insiste en la miseria. Pulsa mi vigilia la única fortuna de los locos. La que no comprendió
nada pero lo sintió todo.
Y en las madrugadas hago panegíricos a esta yolanda mezquina, que sabe venderse y conoce el final.
(Yolanda Castaño)
4 comments :
Pero, mujer, cómo no has contado esa historia hoy. Después de ponerle a este viejo los dientes largos.
Saludos.
Gracias, Soros
Todos caminamos sobre la infancia, aunque sólo unos cuantos lo recuerden...
Esperaremos a que ordenes tus palabras... hasta las nuestras...
:)
betweenworlds
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