viernes, 7 de septiembre de 2012

Murillo y yo.





Photo by Cristina Garcia Rodero
Spain. Zamora. Sarracin de Aliste.

Pues eso, diverso, que entre ponte bien y estate quieto no encuentro la fórmula para decir lo que no quiero decir, enseñarme, asomar, sacar los escarabajos del alma ( Según San Agustín el alma del hombre es una sustancia activa y fue creada para el cuerpo del hombre, y ahí está apresada.), y continuar después de agosto con esta afición al noble arte del decir, en mi caso poco artístico, bastante artrítico (La artritis es una enfermedad degenerativa de las articulaciones consistente en la inflamación o desgaste de una articulación. Puede darse tras una lesión cuya cura no terminó como debería, por el acumulamiento excesivo de ejercicio en las articulaciones, u otras causas. Su riesgo, dependiendo de lo desarrollada que esté, puede llegar a ser muy grave, llegando a inmovilizar completamente la articulación en la que se presente. En algunos casos, se extiende a todas las articulaciones e impide una vida normal y la posterior discapacidad de movimiento en todo el cuerpo. Si la artritis no está muy avanzada, puede tratarse con tratamientos especializados y sesiones de terapia. La Osteoartritis como la Artritis reumatoide precisan tratamientos diferentes bajo la supervisión de un reumatólogo.) en su expresión, si es que alguna vez hubiera sido airosa, ágil, alegre y no el actual arrastrase por los días simulando, trampeando y aún así con damas acodadas en la ventana (Cuadro: Mujeres en la ventana, de Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682)) echando flores a los viandantes o recriminando el exceso de imágenes pinteresas, que ya le vale al magnolio, que para escribir hay que sufrir  (Yo creo que no se debe sufrir en ninguna profesión y que hay que intentar evitarlo. Lo que sí debe tener un artista es una mayor sensibilidad para ser capaz de llegar al otro con las cosas que dice, escribe o pinta.- Luz Casal) y resulta que estoy en un periodo de alegría que casi me sonroja en medio de este estado de pesimismo generalizado con predicciones apocalípticas en lo económico y negros nubarrones que, mire usted, este verano en una playa de Galicia (qué maravilla Galicia y sus gentes) con esculturales señoras tendidas al sol, niños jugando y gritando, monumentales señoritas en bikini paseando por la orilla, panzudos y pacíficos señores leyendo el periódico bajo una sombrilla, atléticos jóvenes jugando a pala, al vóley, un servidor sumido en los pensamientos de quién soy, dónde voy, de dónde vengo, en esa playa, digo, también pensaba si no será eso la vida, vivir, disfrutar del sol y el agua, el rumor del viento, la ausencia de obligaciones, cifras de venta, la comida preparada en la mesa, las hipotecas pagadas, alguien que te rasque la espalda, que disfrute y se ría contigo en una cama, en el tejado, contra una pared o yo qué sé, eso, que algo más se ha sumado a mi estado de felicidad, tengo amigos, tantos, están ahí y me parece normal, pero uno de estos días el sentido de la amistad ha crecido y he tomado absoluta conciencia, me llaman, me invitan a comer, hablamos, nos sentimos, es hermoso, con todo esto no me sale escribir, me horado una oreja, sufro un poco y enseguida vuelvo a desarrollar textos con tragedias y desamores, guapas/os, gracias.   



  

Desde que vi por primera vez Mujeres en la ventana, de Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682), me sedujo por el juego de miradas cruzadas: el espectador que se asoma al cuadro, las mujeres asomadas a la ventana, y las miradas de uno y otras encontrándose en algún lugar intermedio, que no corresponde al museo ni al espacio que habitan los personajes retratados. Y luego hay otros misterios, como la razón del gesto de las mujeres: qué estarán viendo que les resulta tan divertido, desde su habitáculo en el lienzo. Y el misterio de la técnica: cómo se puede pintar con tal rotundidad la risa de la mujer mayor, oculta tras una tela. Pero este cuadro albergaba aún un misterio más que acabo de desvelar. Me he enterado hoy de que las modelos eran dos mujeres de origen gallego que alcanzaron fama como cortesanas en Sevilla. No una tía y su sobrina, no una criada y la niña de la casa, como llevaba yo años imaginando. Por un momento, me ha parecido que el frescor y la ingenuidad que emanaban del cuadro se esfumaban (perdonadme el chiste fácil) por la ventana. Pero he vuelto a mirarlo y me ha resultado inevitable sonreír. Es el eterno juego de esta pintura: las mujeres que observan y ríen asomándose a la calle, y el espectador que, siglos después, no puede hacer otra cosa que sonreír ante su desparpajo.( http://beatrizolivenza.blogspot.com.es/2011/08/los-cuadros-de-julio.html )


5 comments :

Anónimo dijo...

Sigo enamorada de tu escritura, tal como Cecilia Bustamante me dijo una vez: "este hombre o lee mucho o está loco". Yo creo ambas y sigo admirando tu talento.

Lina

Anónimo dijo...


Por alusiones y sin abundar en razonamientos socratiános: los chipirones en tinta ¿Son fáciles? bueno, hay que pescarlos (o comprarlos) bien, trocearlos bien, cocinarlos bien, acompañarlos y comértelos mejor.

Dice una amiga – escritora de profesión, buenísima - que si dominas el noble arte de los chipirones en tinta ¡dedícate a ello! Hombre, puedes hacer también merlucita rebozada con pimientos rojos, marmitako o bacalao al pil pil, pero no dejes nunca de volver a los maravillosos chipirones en tinta, dice mi amiga.

Que ¿Con pinteres, twenti, face u lo que sea, se hacen muchos amigos? Estupendo, no hay nada como lo amigos, pero si tienes facultades (y demás aditivos, of course ) para la escritura: please, dedícate a ello. Si no sufres, mejor y si lo haces, te aguantas, porque el resultado – quien lo probó, lo sabe – compensa.

Si lo sabré yo que llevo años leyéndote.

Magnolio dijo...

La de arriba no es anónima, sino yo. Ays, las prisas.

Pedro M. Martínez dijo...

Anónimo del magnolio divino, sé que lees mi pasado en las rayas de la palma de la mano, las grietas del alma, que puedes adivinar mi futuro en los posos del café matutino, en la sangre derramada del cuello del gallo que nos despierta del sopor de entonces, etcétera, lo sé.
No sé cocinar, aún, esos ricos platos de la gastronomía vasca y/o universal, pero sé comerlos rodeado de buenos amigos y, ocasionalmente, de amigas en molinos sobre los acantilados de las costas que nos limitan. Tanto nos limita (ba).
Pero, aún más, tengo la fortuna de tener amigos, de siempre y de ahora. Amigos del alma, de esos que cuando estás con ellos eres mejor, más, que recibes y ensanchas la riqueza del alma , que das, que te alegras y disfrutas de risas, que compartes las penas y tragedias que trae la vida, amigos del corazón que vienen desde la infancia o que acaban de llegar. Porque no dudes que también llegan buenos amigos por estos canales del aire (como a ti, Paqui, Marga, yo qué sé). Por medio de glup he tenido la fortuna de conocer a personas e x t r a o r d i n a r i a s. Mi saludo, ellas/os sabes quién son.
Pero, ay, nada es perfecto, tener tanto amigos encierra, ahora, en estos últimos tiempos, un problema. Muchos me invitan a comer, a cenar, a beber, me agasajan. Y claro, mi cuerpo que tenía una magnífica figura se está desbordando con tan ricos manjares, con la abundante libación de frescos vinos (y otras bebidas espirituosas) . Vamos, que me estoy poniendo como una bola. Qué majos son. Ayer me invitaron a cenar, jamón, queso y otras viandas. Mañana me han invitado a comer. La semana que viene a cenar. Sin contar lo de agosto que ha sido demasiado. Mándame bicarbonato. Y esos besos tan ricos

Pedro M. Martínez dijo...

Mi muy querida y nunca olvidada Lina, la poesía de tu voz me envuelve como un manto rojo y bello, cálido, que no me deja olvidar tu belleza mexicana y universal, tu alegría y ese sentido mágico por el que el mundo se te queda pequeño, recitando lo mismo en Grecia que en Perú, en la Antártida o en Barcelona, ahí te conocí y pongo velas y flores ante todas las vírgenes milagrosas para volver a verte.
Un recuerdo para nuestra común amiga Cecilia Bustamante, allí donde esté, gran poetisa peruana, mujer faro, sensible y americana. También a ella el mundo se le quedaba estrecho.
Un abrazo (abrazarte siempre es peligroso para mi maltrecho corazón de hombre enamoradizo)

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