Códice Calixtino
El secuestro ‘pactado’ del ‘Códice’
El electricista vuelve a declarar a petición propia y asegura que se llevó la joya de la Catedral de Santiago por encargo de responsables de la Iglesia
SILVIA R. PONTEVEDRA Santiago de Compostela 3 SEP 2012 - 23:22 CET
Se acaba de levantar el secreto del sumario, la instrucción del rocambolesco caso del Códice Calixtino está prácticamente finiquitada y en un par de días, quizás hoy mismo, los últimos informes periciales y policiales estarán en manos del juez Vázquez Taín. Luego, la pelota pasará al tejado de la Audiencia Provincial (que posiblemente marcará la fecha del juicio antes del año que viene), y entonces, a lo mejor la bola vuelve y rebota en las famosas cubiertas de la Catedral de Santiago porque, en su última declaración, el hombre que confesó haberse llevado el Codex dijo que lo hizo por encargo de algunos responsables del templo. Fuentes de la investigación aseguraron a este diario que, en agosto, el electricista Manuel Fernández Castiñeiras volvió a verse con el juez instructor para añadir que si secuestró el Códice fue porque siguió las directrices que le marcaron tanto el deán, José María Díaz, como “otro administrador”. La finalidad de tal operación (en realidad ampliamente conseguida) sería publicitaria: dar repercusión, fama y nuevos bríos al mausoleo apostólico, cuya recaudación baja de forma notoria en los años ordinarios, es decir, los que no son santos. A cambio de la sustracción del valioso manuscrito, el extrabajador de la basílica recibiría dinero. Luego, en una fecha señalada, el volumen volvería a su lugar en perfecto estado.
La declaración de Castiñeiras, que se llevó a cabo por solicitud de la defensa, tuvo lugar en la Audiencia y apenas ocupa un folio, pero es, según un testimonio relacionado con el caso, contundente. Sin embargo,los investigadores le restan valor. Según personal del equipo, Castiñeiras es “un liante”, “sus declaraciones ya no aportan nada”, y a pesar de que sí contribuyese “podría ver reducida su pena a 10 años”, el electricista “no quiere colaborar”. “No hay que tener en cuenta mucho de lo que dice”, afirman estas fuentes.
Mientras tanto, Fernández Castiñeiras permanece en prisión en Teixeiro a pesar de que su libertad provisional no entraña ya ningún riesgo. Personas próximas al trabajador autónomo, que mantuvo un habitáculo en la catedral hasta los últimos días, una relación laboral con la Iglesia compostelana durante 33 años y una estrecha relación humana con el deán, último custodio del Códice, sospechan que alguien presiona para que el electricista no salga. Si sale, según ellos, puede defenderse mejor y señalar más culpables.
No obstante, pese a las dificultades que tiene para comunicarse con el exterior, Castiñeiras llegó a recibir la oferta de un televisivo abogado, que se prestaba a hacerse cargo de su defensa por la repercusión mediática del caso. El letrado habría utilizado los servicios de algún recluso de la misma prisión para transmitirle el mensaje al piadoso electricista de misa diaria.
Según explican miembros de la investigación, la evolución de Castiñeiras es desconcertante. Ahora él sostiene que el robo no fue tal cosa, sino una desaparición pactada, aunque en su primera declaración ante la policía confesó un robo por ajuste de cuentas. Desde entonces, se afirmó que el secuestro respondía a un afán de venganza, pero ahora desde instancias judiciales se afina: “No es venganza, sino justicia divina. La venganza es pecado, y Manuel Fernández Castiñeiras es muy religioso. Puede, precisamente, que cuando trabajó para la Iglesia viese cosas, pecados” que no toleraba. Una persona cercana al electricista, asegura, sin embargo, que el imputado quiere mucho al deán y que espera retomar la amistad con el jefe de los canónigos al salir de prisión.
Algunos capítulos deben de faltar en esta historia si se pretende que resulte comprensible. Si no, seguirá siendo un delirio. En esa última cita en la Audiencia, el juez le mostró a Castiñeiras un vídeo en el que se pudo ver a sí mismo abriendo con total naturalidad, y con llave, la caja fuerte del dinero; extrayendo un bulto compacto y metiéndoselo de un simple movimiento en el bolsillo. La Iglesia asegura que del depósito de caudales solo había una llave. Otras fuentes afirman que eran cinco las copias, todas en manos de responsables. ¿Quién se la dio al electricista? “Nosotros tenemos una hipótesis”, responde el canónigo fabriquero, Daniel Lorenzo, “pero la respuesta solo va a poder dárnosla Manuel”.
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