Para Eugenia.
“Ahora ya sabemos que la única
certeza
se engendra en lo que nos
rebasa.”
La
conferencia empieza a las doce. Estoy justo a la espalda de tu marido. Conversa
dentro de un grupo de desconocidos. Ojeo una revista. En un momento alguien me
saluda y me incorporo a la charla. Me presentan y tu marido inclina la cabeza.
Si supiera.
Tu
marido está hablando animadamente de tu trabajo, de tus viajes, de tu última novela,
de sus ventas. Lo cuenta con absoluta admiración. Me siento mal, un traidor, un
intruso, me disculpo y me aparto de ese
grupo. A las doce menos cinco entramos todos en el auditorio.
Me
sitúo en las últimas butacas y a los pocos minutos salgo. A llamarte. No puedo
pasar un momento más sin escuchar tu voz. Tenemos media hora para estar juntos.
Sí, Eugenia, tengo absoluta dependencia de ti. No me importa que lo sepas. Voy.
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