lunes, 28 de noviembre de 2011

Oigee i, las amantes desterradas y la termodinámica.


Jan Lauschmann

Oigee i ha sacado los pies del tiesto y los mantiene en el aire. ¿Significa esto que vuela?, no. ¿Levita quizás?, tampoco. Está suspendido en un limbo de dimensiones no precisas esperando que el viento le plante en tierra fértil más allá de la frontera. Es decir, está pero no está, esto no es física cuántica ni química, es hablar desde un púlpito por no saberlo explicar.

Oigee i vive al borde del agua, espera a una mujer milagrosa, practica senderismo, escribe sobre pelícanos. Es extraño porque jamás ha visto un pájaro de esos, tampoco ha conocido a ninguna mujer que hiciera milagros con su vida, es cojo y sigue siendo huraño, reacio a la ternura, hostil, pesimista. Su casa tiene ventanas grises abiertas de par en par a un mar que solo se conmueve en olas de invierno. Su corazón está poblado de malas hierbas. El amor es un concepto sepultado debajo de una montaña de frustración, piedras de rencor, años de no. Y no.

Oigee i es un producto de lo que ha sido. Como todavía es, tiene que cargar con el poso y el peso que le han dejado los años de nostalgias no resueltas, melancolía y poesía que se estira buscado curación, sanar el gesto adusto, redimir la mediocridad, poder mirarse al espejo sin llorar. Con todo, arrastra la sensibilidad y el talento como un vehículo de difícil conducción y ruedas torcidas, un carricoche que se atora en el barro de los días y todavía no ha empezado la estación de las lluvias. Por cierto, hay un elefante en la cuneta y el paso al otro lado, allí, se antoja como mínimo, complicado.

Oigee i no lo sabe, no lo intuye, pero hay demasiados que le dicen que puede haber amor después del amor. Como él niega el amor de antes es poco probable que lo encuentre después. En esa raya amarilla en mitad de la carretera está el ser o no ser, la alegría, los saludos quitándose el sombrero, el pan y el vino. De momento abraza una caja de cartón con fotografías quemadas por los extremos, mapas de viajes antiguos, una idea absurda de Alemania, varias cartas desesperadas para amantes desterradas y ha empezado a estudiar los principios de la termodinámica.

Vuelvan ustedes mañana, quizás entre todos nos aclaremos. 


Nabucco.(Clik)


4 comments :

Maria dijo...

No sé si podré contribuir al esclarecimiento, pero en cualquier caso, volveré mañana, cómo no.

Me está gustando este Oigee, me hace pensar... Y aquí estoy, dándole vueltas a la línea amarilla que cruza la carretera de mi vida. Aunque pensándolo mejor, hace algún tiempo la pinté de blanco y la puse discontinua. Empieza a no importarme que me invadan el carril. Más que no importarme, empieza a resultarme incluso placentero.

Fabulosa la música también.

Un abrazo grande.

Maria

Pd: Disculpa por el abuso de metáforas. No sé si se entiende algo, pero gracias al menos por dejarme este pequeño desahogo.

Pedro M. Martínez dijo...

Me encantan las metáforas, Maria, me acabo de desayunar una, con mantequilla y mermelada de arándanos (la compro en Ikea).
Oigee i es una consecuencia, una opción, estar aquí.
A partir de esto intenta abrir ventanas, como mínimo que no se cierren. Este mes, al menos, lo consigue.
Y es que los estímulos vienen de dentro hacia fuera (esperar lo contrario puede llevar a la decepción).
Te abrazo con sumo cariño (…)

cristal00k dijo...

Es que no existen las mujeres milagrosas. Ya no. Salieron todas por las ventanas grises a exorcizar sus propios fantasmas.

Oigee í, nunca ha tenido los pies en ningún tiesto, porque hace mucho que emprendió el vuelo con los pelícanos. Incluso mucho más alto... quizás por eso está "suspendido en un limbo de dimensiones no precisas..." ¿pero quién quiere medirlo y mucho menos explicarlo, para qué?

Y aquí andamos, buscando excusas piadosas para viajar de nuevo al refugio de la disculpa y de la verdad a medias... De la mentira irremediable. Absoluta. Porque queremos creernos en los ojos del otro hasta que el beso y la caricia se hacen amargos...
Tú, él, ella... yo... anhelamos una playa inexistente donde los recuerdos sean blancos, inanes, indoloros... pero el amor no sabe perder, Pedro. No, si existiese...

Y mientras tanto seguimos fluyendo en este tiempo inventado que ni tan siquiera nos concierne más allá de unas letras.Las tuyas. De lujo hasta en las comas.

Te beso?

Pedro M. Martínez dijo...

cristal00k, llueve ahora en Bílbao, parece que nunca ha llovido antes. Llego ahora mismo a casa, calado (por fuera y algo por dentro, de líquidos diferentes).
Claro que no hay mujeres milagrosas, se están aplicando en sí mismas los remedios antiguos, los que daban generosamente, muchas veces a cambio de nada.
Hay que decir que tampoco hay hombres milagrosos. A veces parece que sí, pero es más el propio deseo, un espejismo. Bastante tienen (tenemos) los pobre con sobrevivir, con el miedo a cuestas, la incertidumbre, el no saber de qué va todo esto de vivir, cual es su papel. Y no hay apuntador en esta obra.
El amor existe, claro que existe. A mí alguien que me quería, que me quería mucho, me dice frecuentemente:”tú no sabes querer”. Y sí lo sé, lo sé a la perfección, puedo dar clases magistrales.
También sé que existe el dolor infinito del desamor, del amor no correspondido, de la ausencia de amor. Me moriría si en mi vida no hubiese amor (al menos me quiero a mí mismo).
Es triste que nos demos cuenta que no hay más que lo que hay, Carpe diem. Aprovecha el jodido día, hoy, no hay más.
Cris, llueve mucho ahí fuera, a mares, saldría ahora mismo a las calles si supiera donde está la ternura, ese abrazo sincero (no hablo de sexo, no ahora).
Vivir es este ejercicio de supervivencia emocional. Podremos. Yo puedo (y mira que es jodido, me tengo que sujetar los brazos para no empezar a hostias con tanta vulgaridad, tanto gris, tanta nada, bah).
Escribo, sí, pero si ahora mismo nos estuviésemos mirando no haría falta añadir ni una coma.
Anda, sí, bésame (lo necesitamos)

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