sábado, 10 de febrero de 2007

El mapa de la escritura (take 2)


No ocurre nada. Quizás sea eso. Ocurre que estamos vivos y algo se ha dormido, o algo se ha despertado, o algo. Ahora tumbarme en el diván y hablar ¿puedo grabarme? Por ejemplo, una vez (dos, tres, cien...) me tumbé y hablé miel en su oído, entré en ella como en un espejo y nos vimos abrazados en el mar de nuestros cuerpos, lloramos de placer y de ser uno y nunca, nunca, nunca he sido tan feliz, jamás he estado tan desnudo, tan limpio, tan confundida mi materia con mi espíritu, angélico, sin el matiz religioso, o con otro, etéreo, volaba más allá de la alfombra y su esclavitud gozosa. Os hemos visto y no sabía qué escondía ese plural mayestático, ni quienes nos habían visto, ni a quién, ni cuando, ni porqué esa llamada de teléfono en mitad de la noche. Pero no tuve miedo. Tampoco tuve miedo cuando me cité con I, aún sabiendo que es peligroso estar a solas con una mujer desconocida, llena de puntiagudas frases de doble sentido, de sí pero no, de ojos abiertos y curiosos, de pestañas y lengua larguísimas. Nos amamos y a otra cosa. Cuando durante varias noches me repitieron que “nos habían visto” comencé a preocuparme, no por mí, claro, pero mis hijos se despertaban y lloraban, Maria no terminaba de creerse que era de la oficina y me preguntaba ¿te llaman a las dos de la madrugada?.Y lo vi. Al pulsar el botón del ascensor, al lado, estaba escrito con bolígrafo os hemos visto. Desencuentros, el juego de amar. Varias veces emprendí el estudio de la metafísica, pero me interrumpió siempre la felicidaddecía Macedonio Fernández. Un día cualquiera, ayer, el año pasado, el próximo viernes, un día cualquiera digo, el mundo comienza a girar al revés, las estrellas están bajo tierra, la cabeza se te llena de ortigas, un humo negro te muerde los pulmones y te invade la rabia, mataría, sería capaz de asesinar por una mirada de ella, también me sacaría los ojos por no verla, entraría en una cueva, me encadenaría a una argolla en la pared por no salir a buscarla por los campos. Hablo de una mujer, de esa mujer por la que peno y grito, por la que lucho con el trasgo de mi interior, por la que camino cabeza abajo, perdida la orientación, el sentido, las ganas de vivir. Y sin embargo vivo, como un airado hombre desmedido, atribulado, insensato, odiándome, abrazando el aire ausente, prisionero del deseo pero no, su cuerpo se ha borrado y miro alrededor y dentro y gimo, derrotado, otro, deshabitado, triste, esclavo del rencor, de lo perdido, guerrero sin ejercito, paria por los caminos de los días, este de hoy, mañana, antes, desde que se fue, no, la última vez, entonces. El infinito es demasiado corto para vivirlo contigoque leí en una pared de Roma. Adiós, dolor, todos, tiempo.Tengo miedo y escondía la cara entre las sábanas y lágrimas, sin pudor, no contenidas. No quiero morir y me miraba con los ojos abiertos y anegados y la muerte, sí, ahí, en el fondo, enredada en las pupilas. Luego dejó de hablar y durante quince días se aferró a una vida que no era sino inercia de un cuerpo cansado, habitado, hinchado, febril, inerme, ya no. Murió una madrugada, era enero y el frío empañaba los cristales, nos dejaba sin fuerzas para otra cosa que no fuera llorar y añorar su risa, su voz, su amor meciéndonos, su ejemplo. Y luego el tiempo pasó y la recordamos, cada día. Le cuento esto para que sepa, por que sabe, por que mi silencio no es olvido sino búsqueda, verdad, deshojar los días hasta sacarles su mentira, sucesión de rutinas, obligaciones, efímeros momentos de felicidad, juegos que ocultan la soledad, la confortable realidad de poder estar hablando niñerías mientras tantas mujeres y hombres buscan lo elemental para sobrevivir, para comer, para que sus hijos no se mueran a puñados, para evitar la muerte de frío o balas perdidas. Triste demagogia de estómago caliente, de melindres caprichosos, el coche tiene el tanque lleno, televisores encendidos en cada habitación, el banco envía números azules, estas galletas están blandas, puaf, esta chaqueta está pasada de moda, sube el termostato que fuera hace frío. Blanditos, niños rollizos, balbucean, quiero esto, quiero esto otro, quiero, quiero, que tengan lo que yo no tuve, que me quieran, si tienen me querrán más. Sumisos, nos cachean en los aeropuertos, nos fichan como a delincuentes, a todos, todos presuntos delincuentes, el otro es el enemigo, todos controlados, controlándonos, los unos a los otros, aquel lleva turbante, aquel es bajo, negro, blanco, verde, aquel es diferente, diferente a mí, aquel es de aquí, de los míos, viva mi pueblo, viva yo, viva la madre que me parió. Esfuerzo en los últimos cien metros de la carrera. Le digo, convencido, que de un viaje de cuarenta meses no se vuelve. Te quedas allí, sin regreso, habitante anclado en el puerto, oteando horizontes, varado entre las rocas del rompeolas, náufrago de ti mismo. Aunque ella diga que se vuelve, qué remedio, se vuelve herida, rota, con el corazón hecho jirones, hundida, vacía, deshabitada, con los ojos ciegos de llorar hacia dentro. Pero insisto, no, no se vuelve, no puede quedarse ciego quién ya lo estaba, no puede romperse el corazón quién lo tenía partido, desgajado, acostumbrado al riesgo de asomarse a dos o tres ventanas, de mirar el mundo desde una altura fatal, ebrio de cimas no holladas, loco, enajenado, con la pasión arrastrándote detrás de una cuadriga imparable. Entonces ella me miró con sus ojos tristes, se dio la vuelta y su silueta se perdió entre la niebla del amanecer. El sol salía tras las montañas y el cielo se tiñó de un irreal rojo, premonitorio. Luego sonó la sirena de la fábrica y carros, pasos sobre la escarcha, sonidos cotidianos, la espera de cada día, seguro que hoy sí la veía pasar camino de su trabajo, lejana pero cierta, ajena, otra, distante. De un viaje de cuarenta meses no se vuelve, Lo sabía Rilke Y del confín del sexo llegan viejas demandas. Contra lo oscuro fracasa el yo. Sentimientos, el corazón, la cabeza, el deseo, el cuerpo que se rebela. Eso, que quiero (hacer el) amor, es lo que quiero, el cuerpo se me encabrita como un caballo furioso, quiero (hacer el) amor, con amor, sin amor, con una mujer, con esa o con otra, con aquella, (hacer el) amor ¿está claro? y me importa poco lo que pienses, tú, o tú, incluso tú (tu no, mi niña, ya sabes como soy). Que se vaya el mundo entero al carajo, por un agujero, rápido, antes que la mierda nos cubra, la mentira de tantos, la podredumbre, gobiernos, mandatarios, mausoleos del Vaticano incluidos, ¿qué pasa? ¿no estás de acuerdo? tú mismo, si no eres muy alto no te pongas delante que te arrollo, fuerza bruta, bestialidad, el más fuerte gana, primitivismo, la caverna, la historia en fascículos en el cuarto de baño, colgada de un clavo. ¿Sabe qué? estoy aburrido de tantos remilgados, educados, silenciosos, tanta etiqueta, tanto frío

-La hora.

Hoy pago en metálico. Hasta la próxima semana.

"Deseo del Otro y falta de ser:" No sólo hay que buscar (en el síntoma) el significante inconsciente sino también la expresión del deseo que ese significante elucida. La duración del deseo inconsciente es inextinguible; pero el deseo está sometido a las figuras del significante. Material finito. El inconsciente no está en lo recóndito, sino ahí en la intemperie del lenguaje. "Et je me révéle dans le langage a travers l'Autre. " El Otro. El lugar de Ya-Nadie. Inscrito en la demanda de amor: la falta de ser, cuyo lazo es el Otro. El deseo inconsciente, el deseo del Otro. ¿Quién habla? El Otro. Wo es war soll Ich werden dijo Maestro Freud. Una frase célebre de difícil traducción. "El yo debe desalojar al Ello", propone Marie Bonaparte. "Yo debo advenir allí donde estaba el Ello", prefiere Lacan. Yo debo advenir allí donde estaba el Inconsciente. El origen. Se escabulle un sujeto al que nada puede satisfacer. Se vocifera que el Universo es un defecto en la pureza del no-ser. Metáfora: ser, Metonímia: falta.”


4 comments :

Anónimo dijo...

Esto necesita tres lecturas por lo menos, joer tío te despachaste a gusto ¿ehhh?

Hace tiempo que aparqué a Mr. Freud, la verdad es que llegó a cansarme, bueno mas que cansarme lo que me sucedía al leerlo era que me fagotizaba, era como un remolino de agua que me llevaba demasiado profundo y el salir después a flote era costosísimo.

C.A. Makkkafu.

Pedro M. Martínez dijo...

Makkkafu pues a la espera de las otras dos, te agradezco esta.
Algún día te contaré mis experiencias con los herederos del señor Freud.
Incluso, si quieres, te enseño a nadar.
A tu disposición.

Єѕтnoм dijo...

Metonimia: "eres un gran pincel"
Metáfora: "eres un cielo"
¿correcto el ejercicio?

Pedro M. Martínez dijo...

ondina, aprobado.
Progresas adecuadamente.

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