Parker y los silencios
Parker no puede callar más, añora la dulzura de aquellas manos, los labios que besaban sus párpados, la voz que le bañaba en aguas claras, lo más parecido a cuando con marea baja, atento a las olas traidoras, buscaba percebes en las rocas lisas de Ogoño.
Tantas cosas ignora aún de ella, las camas en las que ha dormido, los pájaros, animales oscuros, música, temblores, miedo.
Pero ella se esconde detrás del abanico, cierra las puertas, levanta paredes imaginarias, agravios reales, silencios o despedidas, baja al subterráneo, se pierde en viajes a países lejanos.
Y Parker sigue así, anhelante, confuso, hambriento, inseguro, con las heridas abiertas, con la memoria a flor de piel, con el cuerpo esperando el bálsamo de ese cuerpo de niña con mente de anciana.
Ven, musita.
Pero no viene


2 comments :
Nunca llegamos a conocer por completo a nadie. Ni siquiera a nosotros mismos.
Saludos,
J.
José A. García, no te falta razón. Ese del espejo de las mañanas no puedo ser yo. Mi familia me trata como si sí, pero yo sé que no. De momento he dejado de saludarme, no quiero darme confianzas.
Saludos,
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